El testamento de la vida

El testamento de la vida

Amado Nervo, el gran poeta mexicano, escribió un poema que quiero evocar en parte; el poema titulado "En paz" comienza con el verso: "Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida" luego se desarrolla en 13 versos más, en los cuales aborda las ideas de la justicia de la vida, la responsabilidad personal en la construcción de la vida, las edades de la vida humana finita, sus vaivenes y el amor, para concluir de manera categórica con el verso: "¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!"

El último verso es filosofía y arte puro, con un mensaje fuerte que sirve o debiera servirnos a todas las personas como fin último al cual aspirar, pues el verso alude al estado de equilibrio de la persona que le permite partir "en paz"

Por desgracia, muchas personas dejan la vida en un estado de angustia, de inconformidad, de zozobra o desasosiego motivado en muchos casos por las "cosas pendientes" que no lograron resolver o definir "antes de partir".

Los bienes, los derechos, las obligaciones y las cargas irresueltos que corresponden a las personas es cierto que son fuente de aquella angustia; pero la mayor inquietud, la más honda quizá no venga de los temas patrimoniales, quizá tenga su origen en la vida familiar y en la relación con las personas cercanas.

Es común, por ejemplo, las tensiones en vida inveteradas entre los padres y los hijos por las diferencias de trato que, en especial a juicio de los hijos, los padres tienen respecto a cada uno de ellos, de modo que algunos hijos se sienten menos queridos, menos apreciados que otros "consentidos".

Por otro lado, entre los padres o hermanos(as), por ejemplo, es muy frecuente la guarda de "secretos" entre sí, las inconformidades no manifestadas, peros y reservas no confesadas, entre muchas otras situaciones.

Cuando la persona "parte" sin enfrentar y resolver los problemas derivados de ese contexto no patrimonial, sino espiritual, es muy probable que lo haga con aquella angustia por las "cosas pendientes" que dejó, sin considerar o pasando por alto que la omisión en la resolución de esos problemas, además, los perpetúa en las personas que quedan vivas, porque, por ejemplo, los hijos conservarán aquél sentimiento de discriminación amorosa, el esposo o la esposa, los(as) hermanos(as) seguirán con la sensación de engaño, de insatisfacción, entre muchos otros "sentimientos"

Lo mejor sería que las personas construyéramos en vida alternativas de solución idóneas y suficientes a nuestros problemas no patrimoniales (a estos se hace referencia en el caso) para "partir en paz" pero a veces esto no es posible.

Si en el tema patrimonial no es bueno dejar "cosas pendientes" parece que es menos bueno dejar "cosas pendientes" en temas no patrimoniales, en temas de la familia, de las parejas, de los hermanos, de los amigos, en fin, en los temas en los cuales gravita la persona en su vida espiritual, afectiva, ética, moral.
Si la persona, en el curso de su vida no resolvió de manera previa sus problemas, sus conflictos, no debe cerrar la puerta a procurar resolverlos de manera razonable, prudente y justa, como sí procura hacerlo con sus bienes, "antes de partir".

Una de esas formas de resolver las "cosas pendientes" no patrimoniales, es el testamento de vida, a través del cual la persona de manera razonable, prudente, idónea y suficiente en cada caso se comunica con las personas con las que existan las "cosas pendientes" para externar un mensaje sincero, claro, preciso, entendible y en condiciones de ser aceptado y/o entendido con la pretensión de resolver o ayudar a resolver el problema.

La persona que ha de "partir" quizá encuentre en ese testamento de vida sino la paz completa, si una paz mínima, y quien ha de recibir el testamento, el legado, incluso en el caso de que no entienda y/o no acepte el mensaje en concreto de quien otorga el testamento de vida, sabrá, al menos, que quien "partió" tuvo la buena voluntad de resolver las "cosas pendientes" que entre ambo existían, con lo cual, es de esperar que también encuentre un poco de paz.

Es probable que se juzgue que hay "cosas" no patrimoniales, por ejemplo, problemas familiares, conyugales, fraternales, de padre-hijo que no tienen solución, que sería una futilidad hacer un testamento de vida o que, incluso agravarían la situación, pero ante ello se podría decir que si fuera fútil el testamento, no se pierde nada con intentarlo, y si hay posibilidad de que las cosas se agraven, también las hay de que se resuelvan o mejoren, pues al final, la injusticia provocada por la omisión, solo se perpetuará con la omisión.

En un testamento de vida, la persona que ha de "partir" dispone su última voluntad sincera, prudente y razonable, con la pretensión de resolver las "cosas pendientes" no patrimoniales, con las personas interesadas y como una alternativa para procurar la paz entre ellas.

Nervo, diría:
-He sufrido, como todos, y he amado.
¿Mucho?
-Lo suficiente para ser perdonado…

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