Morelia, Michoacán (Boletín).- Una vida de misiones, que no es lo mismo que una vida de misionero, es la historia de la que Rogelio Flores Solorio (Coyuca de Catalán, Guerrero, 1938) da cuenta en sus Memorias de un guache viejo.
Los retratos sobre la vida de la Tierra Caliente de Guerrero y Michoacán en la mitad del siglo pasado, sus carencias en infraestructura educativa, transformaciones que el propio maestro impulsó en lo académico y financiero (fue gerente de bancos de desarrollo rural) están dibujadas con buena pluma en su más reciente libro.
Radicado en Zirándaro, fue alumno fundador del Internado de primaria en Coyuca de Catalán, y de la Escuela de Promoción Agropecuaria, en Chilpancingo, Guerrero. Promotor agropecuario y maestro de escuela, jefe de las misiones culturales que en la mitad del siglo pasado impulsó con tanto éxito la SEP, actualmente se aferra a una nueva misión: promotor social y cultural en el Ayuntamiento de Zirándaro.
En Memorias de un guache viejo, nos entrega siete capítulos a manera de una secuencia fotográfica que proyecta su vida fecunda.
Páginas donde desfilan personajes del ámbito nacional y de la Tierra Caliente, que revelan circunstancias que le han formado como ser humano, que han incidido en la comunidad y forman parte de procesos culturales y sociales de toda una región.
Rogelio Flores Solorio escribe para dejar testimonio de una vida con compromiso, sensibilidad e inteligencia, por lo que, sin dejar de aportar a la cultura calentana, ha tenido el valor y la dedicación para ponerlas por escrito en un volumen harto recomendable, que se presentará en el Centro Cultural Erentira, el sábado 24 de febrero, a las once de la mañana en esta ciudad de Morelia.
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