Acciones comprometidas por indignación

Quien tiene prestada una pluma (pluma como metáfora) aunque sea una pluma minúscula en el gran lienzo de los medios de comunicación, tiene como carga ética fundamental hablar con sinceridad y si se habla de hechos concretos atribuidos a personas específicas, se deben de tener bases para afirmarlos, al menos en principio, sobre una base de pretendida veracidad.

Es claro que cuestiones valorativas (lo bueno, lo justo y lo correcto desde un ángulo ético o deontológico) escapan al juicio de la verdad (lo cual ocurre de frecuente con temas abiertos en la política, la economía, la cultura, etc.) pues son "valoraciones" pero, ojo, sí que existe un deber de sinceridad, de buena fe y de lealtad.

La responsabilidad de quien tiene prestada la pluma y escribe o habla, es consigo mismo y esta responsabilidad personal es quizá la más profunda porque somos jueces de nosotros mismos sin posibilidad de engaño, luego viene la responsabilidad con los grupos humanos cercanos: familia, amigos, compañeros, y finalmente existe la responsabilidad cuyas consecuencias pueden escapar al fuero interno de quien escribe o habla, es la responsabilidad social, la cual es una responsabilidad frente a todos.

Y por supuesto, todo ejercicio de expresión de ideas está amparado, en general, por un derecho fundamental a expresarse libremente, salvo las restricciones específicas que marca el orden jurídico y las modulaciones debidas en función de lo hasta aquí escrito.

Quizá algo o todo lo que se escribe o habla por alguien no es compartido por quien lo lee o escucha, pero esto es lo más normal del mundo, y se pueden ofrecer opiniones en sentido contrario, con el deber de la tolerancia y sobre la refutación de hechos, fenómenos u opiniones, no de ataques a la persona.

En un país como nuestro México, las cargas éticas, deontológicas y las responsabilidades quizá pesan con mayor intensidad en quien escribe o habla en medios, porque nuestro México, por desgracia, muestra una realidad desdorada en lo social, en lo político, en lo económico, en lo cultural y de manera general.

De esa manera, es de subrayar que quien tiene prestada una pluma y escribe o habla en México sobre su realidad, tiene el gran deber de escribir sobre dicha realidad mexicana –total o parcial- con sinceridad como la aprecia, de la manera más justificada que pueda hacerlo de acuerdo al instrumento elegido y con el peso también de aquella triple responsabilidad.

Abordar el análisis en opinión de la realidad mexicana, requiere en una primera aproximación un sentido crítico, pues la ausencia de crítica frente a una realidad tan criticable como la nuestra, solo tiene como consecuencia disfrazarla, matizarla, enmascararla y finalmente dar píe a su reproducción continua, lo cual sería algo así como convertirse en comparsa de un mal cuento.

Hay que hablar de la realidad mexicana como es, sin matices, sin cosméticos que la "embellezcan" para saber en dónde está el mal y cómo es.
El segundo tramo de la ecuación es indignarse (Hessel) esto es, hartarse de esa realidad criticable como diría Monsivais, o sea, debemos comenzar por no aceptar esa realidad descarnada de la injusticia, la desigualdad y las restricciones ilegítimas de nuestras libertades.

Una vez rechazada esa realidad en nuestro fuero interno, debemos comprometernos (Hessel, otra vez) desde adentro pero para actuar sobre esa realidad, para contribuir a un cambio justo, igualitario, libertario en un sentido social, no de cúpula, ni sólo personal utilitario.

Y finalmente, como he propuesto en columnas anteriores, ese compromiso activo, ha de reflejarse en acciones razonables, que partan del derecho, de la misma ética y tengan un fin igualmente ético, en tres grandes dimensiones: personal, de grupos cercanos y social.

Un gran paso es procurar cambiar nosotros mismos (¿se imagina usted a una persona que renuncie a una candidatura a un puesto de elección popular por razones éticas, por ejemplo, porque se carezca del perfil idóneo?)

En el orden grupal cercano, la construcción de opinión colectiva en torno a la realidad es relevante, esa ya es una acción, pero también ha de valorarse la organización de esos pequeños grupos –aun de manera informal- para realizar acciones institucionales y alter institucionales específicas que incidan en la realidad criticable de nuestro México. (Por ejemplo, ¿Se imagina usted a un grupo de alumnos(as) que demanden en un posgrado que el docente se presente a dar clase o que dé sus clases enteras y no mutiladas?)

Finalmente, la acción social solidaria y razonable, debe encaminarse una vez más a la formación de la opinión colectiva frente a la realidad mexicana cuestionable, pues este es ya ahora un gran paso en contexto "social" para cambiar con un sentido justo esa misma realidad; y luego, hay que organizarse para incidir esa realidad nacional (y sus manifestaciones locales o fragmentarias) y actuar conforme a los caminos institucionales y no institucionales disponibles (cuando se habla de caminos no institucionales se refiere a aquellos que no están reglados, no se refiere a realizar actos ilícitos o ilegítimos, los cuales son rechazables) pero siempre acorde con los bienes y valores fundamentales que expresa nuestro sistema jurídico.

En esa acción social solidaria, el campo de lucha, lo mismo es una organización política, ciudadana o la asociación abierta, por ejemplo.
La silla del cambio, así, parece que descansa en cuatro grandes patas: la crítica de la realidad, la indignación, el compromiso y la acción social solidaria razonable.
La pregunta aquí, es ¿eres comparsa? O ¿buscas mejorar las cosas?

Si se quiere una realidad hermosa, hay que ser conscientes de que un poema no se escribe solo, requiere del poeta.
Comentarios: urielpr@gmail.com

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