¿Buscamos todos el bien de los demás?

Somos miembros de la misma tripulación en el vuelo dela vida, ¿Queremos el bien de todo el hombre y de todos los hombres, o bienes egoístas y engañosos?

Estamos en esta vida para buscar el bien de todos.

No para buscar el placer, el bien ni de un individuo ni de su instituto político que no pueden sentirse el centro de la gente y del universo.

Los creyentes de Cristo, inmensa mayoría de mexicanos, por una luz de lo alto, que estamos aquí para buscar l bien común.

Hay quienes no ven más que el presente y el placer de los instintos del cuerpo que necesita de bienes materiales como el dinero y todo lo que esto puede comprar. El placer corporal es su dios y el motor de su acción.

Al mismo tiempo y por otro lado, se guía por la moda que seduce aprisiona a muchos imponiendo determinados bienes y conductas.

En México, donde hay dos clases sociales, la clase dirigente y las turbas de pobres, el dios de los privilegiados es el poder político con todas las ventajas que trae consigo.

En el ara de ese ídolo se sacrifica la transparencia para entronizar la corrupción. La sacrificaron los senadores del Big Partido y del partidito, su apéndice incondicional que sólo así trata de justificar su existencia.

Le quitaron el filo a la reforma anticorrupción sin razón válida. Todo mundo sabe por qué. Los empresarios han reaccionado fuerte y visiblemente. Qué bueno que despierten.

¿Cuándo despertará el DEMOS, el pueblo democrático? ¿Cuándo harán resonar su voz tremenda y despertará su poder para hacer justicia a la clase dirigente que vela primero y exclusivamente por sus intereses sectarios y baladíes.

Hay que buscar el bien de todo el hombre, de su cuerpo y de su espíritu, el bien integral.

No se puede mutilar buscando unilateralmente satisfacer sus bajas pasiones instintivas que son absorbentes, posesivas, tiranas.

Hay que buscar también los bienes del espíritu: el amor para el corazón y el afecto, la verdad para la inteligencia, para la voluntad, la libertad de hacer lo mejor.

Si es necesario hay que repetirlo hasta lo infinito: no somos libres para hacer el mal o para hacer bienes aparentes, parciales que dañan el alma y enrarecen y contaminan la convivencia familiar y social.

Es el caso de las uniones entre homosexuales. La motivación central y dominante para muchos es el placer sexual que es el centro que controla todos los rayos de la vida, según la figura de la rueda de bicicleta.

El placer sexual que se sale de sus cauces normales, que se pervierte, en ese sentido pervertido, es sólo un bien corporal y mundano, el placer más intenso, un bien de una parte del hombre. No es el bien integral de la persona, cuerpo y espíritu.

El placer sexual es bueno para todos los hombres, debe seguir el funcionamiento que marca la naturaleza, la anatomía del hombre.

Hay que darle su lugar al sexo, pero sin aislarlo, no hay que ignorar la sexualidad, esa realidad que afecta toda la persona, cuerpo y espíritu, hasta lo manera de amar, los ademanes, la configuración corporal, de manera que todo el ser tiene su personalidad definida de hombre o mujer.

La sexualidad se vive en la pareja de hombre y mujer que se aman no sólo se atraen, está abierta a la vida, llama a los hijos que se procrean, no se adoptan. Se vive en la familia que tutela la vida, y es célula donde la humanidad se perpetúa.

Hay una sabiduría que viene del fondo de la historia humana y seguirá hasta el final de los tiempos, viene de Dios. Fue revelada por Dios y está consignada en la Biblia, confiada a la Iglesia.

El Papa Francisco saca la sabiduría de los tesoros de la Iglesia en esta ola de ataques a la familia que han desatado quienes promueven a los homosexuales y la turba de sus padrinos poderosa y ruidosa. Está consignada en su precioso libro sobre la familia La Alegría del Amor aparecida recientemente.

"Nadie puede pensar –afirma el Papa- que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad….

Ya no se advierte con claridad que sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por hacer posible la fecundidad….

Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad.

Al defender la familia, natural no lo hacemos por moda o por seguir un movimiento social, como el orgullo gay, se busca objetivamente, el bien integral, duradero del hombre y de todos los hombres.

Se busca el bien verdadero de la familia, difícil doloroso a veces, pero verdadero.
Se busca el bien de la humanidad.

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