Los cambios están consumados en el Poder Ejecutivo de Michoacán. El gobernador hizo movimientos en lugares clave para la gobernabilidad de la entidad y me parecieron acertados.
Pascual Sigala, amigo y funcionario incondicional de Silvano Aureoles, tuvo que dejar la Secretaría de Gobierno y llegó como relevo otro amigo del gobernador: el alcalde de Zitácuaro con licencia, Carlos Herrera Tello.
De 47 años de edad, este personaje oriundo de Zitácuaro, Michoacán, tiene un perfil afín a la operación de instituciones, que le permite entender de procesos, toma de decisiones y articulación de áreas. La Secretaría de Gobierno de Michoacán en esencia es eso. Carlos Herrera Tello ahora tendrá la responsabilidad de cerrar brechas y amalgamar equipos al interior del Poder Ejecutivo, para encarar con efectividad el último tercio de la administración pública estatal.
Serán 30 meses, aproximadamente, en los que este personaje -dos veces alcalde de Zitácuaro y galardonado en no pocas ocasiones- deberá ayudarle al gobernador a consolidar el aparato burocrático, pero también a construir puentes de entendimiento con los partidos políticos, organismos autónomos, ayuntamientos, empresarios, grupos de interés y, sobre todo, con el Gobierno federal.
Silvano Aureoles intenta llevar por la vía institucional una buena relación con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y Carlos Herrera Tello tendrá en ésta, su empresa más compleja para hacerla funcionar. El cambio me gusta, pero creo que no deben pasar más de dos meses para apreciar resultados del zitacuarense.
El segundo cambio me resulta aún más importante. Salió Juan Bernardo Corona como secretario de Seguridad Pública y llegó en su lugar, quien fuera procurador General del Estado: José Martín Godoy Castro.
Sin duda me parece una decisión acertada del gobernador, ¿por qué?, explico mis razones:
Con seguridad podríamos enlistar más logros, pero me parece que estos tres retratan otra realidad que no se puede soslayar: Michoacán no es igual antes y después de Martín Godoy Castro, a quienes sus detractores han intentado deslegitimar etiquetándolo como "gente de Alfredo Castillo".
La verdad es que esto es una nimiedad.
Michoacán necesita resultados en seguridad pública, independientemente de si el personaje llegó o no llegó con alguien en particular. Eso es precisamente lo que tiene atorada a esta entidad y al país: todo tiene que ser localista y si se sale fuera del círculo de amigos, complicidades o intereses, entonces ya no tiene valor. Esta visión es mezquina y no sirve más que para alimentar un debate improductivo.
En fin, los dos cambios me gustan. Lo que se juega se llama gobernabilidad y me parece que Silvano Aureoles juega con lo mejor que tiene. Hay que seguir la pista de los dos personajes, fiscalizarlos y exigirles trabajo arduo y apegado a la Ley.
Michoacán lo merece y ellos están obligados. Nada de cheques en blanco.
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