Debate sobre las drogas una moda

Hay temas más graves que debatir como la justicia y la aplicación de la ley. Por lo demás, no se puede legislar sobre el mal que se opone al bien moral.

En los legisladores también hay modas. Una de ellas, a escala mundial, es la droga para uso lúdico.

Para pronunciarse sobre la droga hay que tener los conocimientos y la estatura moral. Muchos se preguntan qué estatura moral tiene Peña Nieto para pronunciarse al respecto. ¿Quiénes son sus asesores, qué estatura moral tienen? ¿Tienen en cuenta filosofía, la axiología, la moral?

En nuestro siglo de comunicaciones, todos opinan, los comunicadores opinan, muchas veces sólo siguiendo su olfato, no tienen un bagaje moral que fundamenten sus afirmaciones.

Prevención no prohibición, propone Enrique Peña en las Naciones Unidas, teniendo en cuenta la moda, , respondiendo a muchos que anhelan que se puedan usar las drogas sin control.

No se puede mutilar al hombre a fin de resolver sus problemas coyunturales. La vida consciente, todas las acciones del hombre, que se guía en su inteligencia por principios y dirige su libertad con normas, tienen una dimensión moral.

El gran drama de la humanidad, señalaba el célebre astrónomo Karl Sagan, es que el progreso técnico no corre paralelo al progreso moral. Es el mismo mal que señala permanentemente el Papa Francisco. No se puede legislar por encima de la moral, como pedía un comentarista en el programa de Oscar Mario Beteta.

Los gobiernos tienen el deber de dar normas para conducir al bien de los ciudadanos y la nación. Si no ¿qué hace el Sistema en el poder? Tienen la obligación de dar normas para orientar el juego de libertad de los individuos. Eso lo comprueba el hecho de que haya legisladores.

No se puede legislar para que te aplaudan en los foros internacionales ni para quedar bien, ni para ganar elecciones.

El estadista está por encima de eso, a favor de la verdad y los valores que fundamentan la vida humana.

El comentarista reflexiona y busca el bien auténtico de la sociedad, busca servir a la verdad por encima de intereses mezquinos y egoístas, por encima de la popularidad y otras ventajas.

Debemos aclarar el concepto de libertad. Hay libertad física para hacer lo que no quiera, mientras no estemos impedidos.

Pero no hay libertad moral para hacer el mal, sólo para hacer el bien. No tengo libertad moral para asesinar a mi hermano, aunque tenga las manos libres, ni para engañarlo o desviar su dinero de sus fines legítimos.

El hombre, en esa tendencia secular hacia la autonomía, en búsqueda de su liberación como super hombre, se vuelve con frecuencia soberbio, arrogante. Se ve a sí mismo como un ídolo al que no se le puede negar nada.
Se brinca todas las barreras y crea el caos y el estado sin ley. El resultado es que no podemos detener el ola de muerte e injusticias, de corrupción que estamos padeciendo.

Pero él no puede, por moderno, letrado y preparado que esté, decidir del bien y del mal. No depende de él. Hay una ley escrita en su ser y en el universo a la que se tiene que someter.

Esa ley ha sido puesta por Dios, para quienes tienen la fe, por la naturaleza o por el consenso de voluntades según la Constitución Mexicana.

El funcionamiento y la finalidad del hombre y de la sociedad están ordenados por esa ley que es anterior al hombre y superior a él. Es una ley exterior a él, que se expresa como un código de moral o de ética.

Cuando no se siguen las leyes, se desnaturaliza el hombre y la sociedad que se convierte en una jungla de violencia, muerte, complicidades, corrupción y hace imposible la convivencia pacífica de todos y lleva a la destrucción de los humildes.

El resultado es lo que estamos viviendo, un estado donde reinan los poderosos basados en sus conveniencias, en un estado de derecho que existe sólo en el discurso de quienes detentan el poder.

El pueblo, que es el soberano, debe velar por el bien común, debe vigilar a los legisladores para que saquen leyes que se basan en la naturaleza de la persona y de la sociedad, que sean sabias. Es el artífice de su bienestar y su progreso. Los grandes del poder civil son servidores públicos no quienes los dominan y someten.

Las multitudes que nos han sido educadas y entrenadas para la democracia, ¿qué pueden hacer?

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