Del pacto fiscal a la Alianza Federalista

Del pacto fiscal a la Alianza Federalista

Cuántas veces no hemos escuchado la frase "candil de la calle, obscuridad de su casa". El pasado 3 de septiembre, durante su participación en la reunión virtual de ministros de Relaciones Exteriores del G20, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, pidió reforzar la cooperación internacional para enfrentar la pandemia.

A principios de 2018 se escuchaba decir al presidente que "la mejor política exterior es una buena política interior". Y, tal cual un mantra, esa frase es la que se pregona en el exterior.

Resulta paradójico que mientras nuestro canciller mexicano llame a la cooperación internacional, el gobierno federal dinamite la cooperación intergubernamental. No porque ignore las causas que han arrojado al rompimiento en la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), sino porque los objetivos de la política interna no se están centrando en fortalecer al federalismo, incluso pudiera pensarse que lo ven como una amenaza al gobierno de Morena.

¿Qué querían los 10 gobernadores que abandonaron la Conago? La respuesta es sencilla: los estados necesitan urgentemente un rescate financiero, mayores recursos. Ese ha sido el planteamiento desde un principio, no por necesidad, chantaje o capricho, sino por una emergencia en la que se ha ponderado la vida por encima de cualquier cosa.

El presidente dijo, en reiteradas ocasiones, que los gobernadores lo que proponían era cambiar la fórmula de distribución del dinero, que incluso la fórmula para determinar cuánto le corresponde a cada estado era un método muy viejo, pero que funcionaba, incluso dijo que lo habían creado los gobiernos conservadores.

Lo que pedían los gobernadores era modificar la Ley fiscal, una fórmula de distribución del recurso que ha quedado obsoleta, una distribución equitativa, adaptada a las nuevas circunstancias.

Era una enorme oportunidad para que el gobierno federal estableciera un nuevo precedente, como hacen los gobiernos cuando una ley es obsoleta, y en verdad hiciera una transformación de fondo; en cambio, lo vieron como una afrenta; "si no estás conmigo estás en contra de mí". Son tan pequeños.

La gota que derramó el vaso fue la reunión del pasado 19 de agosto, en el marco de la Conago, en San Luis Potosí, donde, sabiendo la inquietud de los gobernadores, el presidente envió a sus secretarios de Estado por delante, que fueron ellos quienes escucharan y atendieran a los gobernadores.

La propuesta de los gobernadores nunca le importó. Ni siquiera por curiosidad. Al día siguiente, desde la mañanera, el presidente los llamó a ajustar sus presupuestos, reducir gastos y aumentar impuestos.

Por supuesto que la salida de los gobernadores de la Conago era mero trámite. Ya no sirve para lograr consensos ni ser referente de cooperación.

En cambio, el gobierno federal contempla una asignación de 132,447 millones de pesos de recursos fiscales para 162 programas y proyectos de inversión en infraestructura, entre los que destacan tres obras prioritarias para el proyecto político y económico del presidente Andrés Manuel López Obrador: el Tren Maya, la ampliación de la base aérea de Santa Lucía y la refinería de Dos Bocas.

En prospectiva, el rompimiento de la Conago, la creación de un frente por el federalismo, es una oportunidad para cambiar paradigmas y sentar precedentes.

El papel que juegue la Alianza Federalista en adelante será fundamental para los contrapesos que el país necesita. Cuesta mucho a México la manera en que se atiza la división nacional y se clasifica a los mexicanos según coincidan o no con lo que dice el gobierno central.

Al tiempo.

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