El índice de la democracia

El índice de la democracia

La semana pasada compartí algunas reflexiones sobre el Índice de Desarrollo Democrático México (IDDM) 2020, que tiene un desagregado a nivel de cada una de las 32 entidades federativas del país. En esta ocasión me permito compartir información de otro importante ejercicio de investigación sobre la temperatura de la democracia, pero ahora en el mundo.

Se trata del índice de la democracia elaborado cada año desde 2006, con algunas ausencias en 2007 y 2009, pero que desde 2010 a 2020 no ha faltado el estudio elaborado por la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist.

La construcción del índice también cuenta con una fuerte metodología que describe con precisión el modelo, el cual se funda en una concepción también amplia de la democracia, en donde no sólo es el papel del proceso electoral sino también se combina con las garantías de los derechos humanos individuales, como los derechos de las minorías; así como la inclusión de otros aspectos de un mínimo de calidad del funcionamiento del gobierno. Por supuesto, también cuenta la cultura política democrática y la participación.

De esta manera, el índice de la democracia se mide a partir de 5 categorías: Procesos electorales y pluralismo, Libertades civiles, Funcionamiento del gobierno, Participación política y Cultura política. Cada una de estas categorías se modela con las respuestas ponderadas de 60 preguntas.

Los valores del índice permiten clasificar a 4 tipos de regímenes en el mundo: democracias plenas, con más de 8; democracias débiles, cuando se tiene un índice mayor a 6 pero menor o igual a 8; luego siguen los regímenes híbridos, cuando sus puntajes son mayores a 4 pero menores o iguales a 6; finalmente los regímenes autoritarios, cuando se tienen calificaciones menores o iguales a 4.

En la edición 2020, publicada en este mes de febrero con el título "¿Entre la salud y la enfermedad?", México califica con 6.07, de manera que se encuentra entre las democracias débiles, casi en la frontera para pasar a los regímenes híbridos. De manera que se ubica en el lugar 72 de un total de 167 países rankeados.

La categoría mejor calificada para México es la de proceso electoral y pluralismo, con 7.83, fruto de nuestra historia de desconfianza que ha colocado a México en la vanguardia de la tecnología electoral, entendida ésta no sólo en términos digitales, sino en su sentido más amplio de todas las disposiciones que permiten generar condiciones de equidad en la competencia; ello mismo ha generado un pluralismo, el cual debemos valorar.

La categoría que le sigue en calificación alta es la participación política, con 7.78, que reconoce los porcentajes de participación en las elecciones tanto subnacionales como generales, pero también valora a las mujeres en el parlamento, así como la inclusión de las minorías, entre otros aspectos.

Pero cuando comenzamos con los problemas es en la categoría de libertades civiles, con un 5.88 calificados. Para ello, los indicadores que construyen esta calificación tienen que ver con la libertad de los medios electrónicos e impresos; si hay libertad de expresión; si la discusión pública es abierta, con diversidad razonable de opiniones; si hay restricciones para el acceso a Internet; si hay libertad para que la ciudadanía forme parte de organizaciones profesionales o de comercio; si hay tolerancia religiosa y libertad de expresiones religiosas; si hay la percepción popular de la protección de los derechos humanos, entre otros.

El funcionamiento del gobierno tiene un 5.71 de calificación, donde se valoran aspectos como los pesos y contrapesos en el ejercicio de la autoridad gubernamental o que se evita la participación del Ejército en los servicios de seguridad; así también valora si son suficientes los mecanismos e instituciones para la rendición de cuentas gubernamentales, incluyendo el acceso a la información, entre otros.

Finalmente, la categoría más preocupante para México es la cultura política, donde somos calificados con un 3.13, que se deriva de una serie de indicadores como la proporción de la población que prefiere la participación militar; la proporción de la población que desea un líder fuerte por encima del parlamento y las elecciones; la proporción de la población que considera que la democracia no es buena para mantener el orden público; el grado de soporte popular de la democracia o si hay una fuerte tradición de separación entre la Iglesia y el Estado.

Ni qué decir de que México ha estado descendiendo en el índice de democracia; la calificación de 6.07 es la más baja en todas las ediciones del índice.

En fin, mientras los partidos y quienes ostentarán una candidatura se preparan en este periodo de intercampañas, es buen momento para que reflexionen sobre la forma de su participación en las campañas, para que la democracia no enferme, ya suficiente tenemos con la enfermedad del Covid-19.

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