Por: Eduardo Pérez Arroyo
Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- Michoacán enferma a la gente. La afirmación no es temeraria: el estilo de vida con el que convivimos a diario "no está diseñado para que la gente sea sana", sentencia la experta en Psicología Alimentaria Mariana Naranjo.
Un testimonio obtenido para este reportaje lo confirma. Carlos llegará a su casa tras un intenso día de trabajo. Abrirá el refrigerador: un par de ramas de apio, algunos jitomates, un brócoli viejo. Necesitará algo más contundente. Saldrá a la calle, caminará a la esquina; en esos pocos pasos tendrá a su disposición tiendas de barrio con su oferta de tacos, tostadas, tamales, gorditas, quesadillas, sopes y refrescos. Intentará decidirse. Finalmente se sentará, pedirá unos tacos dorados con queso y una coca cola y se dispondrá a gozar de esa, su principal comida del día.
Con el tiempo, las paredes del estómago de Carlos adelgazarán hasta agujerearse. La acidez le irritará el esófago. Sus huesos y articulaciones se resentirán o quebrarán en varias partes. Una capa de grasa invadirá el páncreas y el hígado. Tendrá mareos, taquicardia, falta de concentración, pérdida de memoria, cefaleas, migrañas, caída del cabello, alteraciones a la vista, pesadez en las piernas, várices, hemorroides, hernias, úlceras gástricas, acidez, anemia, cansancio, depresión y cáncer. Su aparato reproductivo se atrofiará y sus arterias se llenarán de grasa.
Finalmente Carlos morirá. No está solo. En Michoacán, hoy siete de cada 10 adultos, y casi cuatro de cada 10 niños, padecen sobrepeso u obesidad.
En diciembre de 2016 la Sagarpa indicó que el estado contaba con 120 tipos de cultivos que lo consolidaban en el primer lugar de producción agrícola en el país. Pero si Michoacán es el estado más rico en diversidad de verduras sanas, ¿por qué la gente se muere por no comerlas?
Los especialistas agregan que esta pretendida modernidad implica descuidar la calidad de los alimentos consumidos, sin contar que los niños actualmente están solos la mayor parte del tiempo. "La televisión y el Internet están más cercanos al niño que la propia familia. Y son estos medios de comunicación los que promueven el consumo de alimentos, ligado a prototipos y exigencias sociales que cumplir", dice la psicóloga.
La alternativa saludable, la que no necesariamente se relaciona con el éxito social, resulta para muchos inaccesible. Un estudio de la Universidad Popular Autónoma de Puebla afirma que Jacona, en Michoacán, es el segundo lugar más caro para comer sano en el país.
"Las frutas y verduras en México se dispararon hasta en un 91% entre 1990 y 2012; los precios de algunos alimentos procesados cayeron hasta en 20% en el mismo período", señala un informe del Overseas Development Institute (ODI). Así, en México es más barato comer chatarra que llevar una dieta saludable.
Las consecuencias de la obesidad afectan el estado físico, emocional y social de una persona, e incluso su situación económica. Los expertos indican que los riesgos asociados con la obesidad, además de los ya conocidos, pueden llegar a la infertilidad y al cáncer.
"Los costos de salud directos por enfermedades asociadas a la obesidad representan del 2 al 8% del gasto público, y los costos indirectos por incapacidad, mortalidad antes de la jubilación, jubilación adelantada, pensiones y ausentismo laboral ascendieron en el año 2000 a 9 mil 146 millones de pesos, y aumentó a cerca de 150 mil millones de pesos en 2017", calcula el IMSS.
En otras palabras: la obesidad cuesta cada año construir tres aeropuertos como el que se pretende para la Ciudad de México.
Pero también hay consecuencias sociales. "Las personas obesas sufren, en muchos casos, de discriminación y estigmatización", señala Mariana Naranjo. "A menudo es tan severa que presentan tasas de frecuencia similares a la discriminación racial…". Otro estudio señala que el efecto de los estereotipos negativos hacia el exceso de peso es mayor en niños y adolescentes que en adultos. Un niño obeso disminuye su aceptación social convirtiéndose en víctima de discriminación, estigma y, en muchas ocasiones, de acoso social y escolar, trayendo como consecuencia ansiedad y depresión.
En Michoacán, la Secretaría de Salud asume que los padecimientos crónicos constituyen el principal reto y que es necesario fortalecer la capacidad de respuesta del sector salud ante estas condiciones. Sin embargo, asegura la psicóloga Naranjo, ante un tema tan complejo los organismos oficiales se quedan cortos: hasta la fecha, en Michoacán no hay, por ejemplo, apoyo psicológico para los enfermos por trastornos alimentarios. "Dadas las consecuencias psicológicas y sociales de la obesidad, que muchas veces reafirman el círculo vicioso, el apoyo psicológico es vital. Pero ningún plan oficial lo contempla; el apoyo que podemos entregar suele ser parcial y fragmentario".
