Espiar

Espiar

El espiar no es nada nuevo, de hecho, se puede considerar que es una de las actividades más antiguas del ser humano y que prácticamente se ha realizado en todo campo, como se puede constatar sobre el particular en muchos libros.

Incluso, espiar, en muchos casos ha servido a las cuestiones más nobles que se puedan estimar, como en las guerras mundiales para derrotar a un enemigo por demás injusto.

Quizá el problema se encuentra en la falta de justificación en torno al origen, objetos, sujetos, fines, razonabilidad o proporción del espionaje, esto es, quizá la incorrección estribe en que no existen buenas razones para espiar (en un mundo idílico el espionaje siempre sería reprobable, pero en nuestro contexto no se puede asumir ese reproche de forma absoluta).

Esas buenas razones para espiar deben estar justificadas porque descansen en normas jurídicas de un valor ponderado que lo autorice al efecto y/o porque un valor –aun no previsto específicamente en una norma jurídica– sea un motivo claro que lo motive con claridad y permita la intervención y/o restricción de un derecho diverso, como el de privacidad, intimidad o protección de datos personales.

Así "espiar" a un criminal oculto para salvaguardar la vida o la libertad de una persona que sea su víctima, parece una razón suficiente para "espiar" al infractor y sus coparticipes.

El problema del probable espionaje que se ha difundido en los últimos días en los medios de comunicación, por ende, no radica en el espionaje en sí, sino en que de ser cierto el espionaje, como parece que lo es, radica en que no se aprecian razones jurídicas y éticas que lo justifiquen, lo cual lo vuelve ilegítimo y por tanto reprochable.

La ilegitimidad y reprobación de dicho espionaje, por otra parte, es una cuestión que se debe enjuiciar por todo mundo, pues atenta contra los derechos humanos y fundamentales, condición necesaria de un estado de derecho constitucional y democrático.

El espionaje del caso ha cobrado relevancia por las personas que al parecer lo han padecido y en parte también por quien al parecer lo ha cometido; pero en un sentido lato de espionaje, la verdad es que en nuestro país, todas las personas padecemos el espionaje todo el tiempo y en prácticamente todas nuestras actividades.

Esto es fácil de entender, si se considera que nuestra vida está asociada casi de manera indefectible a las nuevas tecnologías, en especial de la información y la comunicación, así que al usar el celular, las computadoras, el internet, las redes sociales, el televisor y una larga serie de instrumentos y servicios neo tecnológicos, vamos dejando datos de nosotros mismos, de nuestros gustos, de nuestras preferencias, de lo que hacemos y no, de quienes somos, al grado de que esos datos tanto sirven para construir un perfil de quiénes somos, como para construir quiénes somos.

Hoy en día, no es exagerado afirmar que las personas (y aquí se incluyen también a las personas morales) somos en general nuestros datos. Nuestro tiempo y los tiempos por venir son los del "homo data".

Esos datos, ese perfil y ese quiénes somos en función de nuestros datos, lo saben las personas a las que les brindamos los datos, llámense compañías de teléfonos, de cable, de servicios de internet, de buscadores de red, de redes sociales, entre tantas otras personas públicas, privadas y sociales (¿recuerda usted, por ejemplo, la venta de base datos de electores del otrora IFE?).

Esas personas que registran, procesan e interpretan nuestros datos, a veces, incluso, saben más de nosotros que nosotros mismos, pues llevan registros de cada cosa que hacemos o dejamos de hacer y crean líneas de tendencia de nuestro comportamiento en contextos de elección y pueden anticipar qué haremos en una situación dada y frente a lo cual esas personas toman decisiones que de una u otra manera afectan nuestra conducta, esto es, que esas personas que manejan nuestros datos tienen el poder potencial de dirigir nuestra conducta, porque nosotros no reflexionamos en torno a muchos de nuestros actos, sino que los realizamos "libre e irreflexivamente" aunque en realidad los realizamos "sin pensar" de manera regular en situaciones dadas y eso lo saben esas personas que manejan nuestros dato.

Al suceder eso, nosotros como personas estamos en verdad expuestos a hechos y actos realmente ilegítimos.

El marco jurídico en México para protegernos de este "espionaje" es poroso por demás y no se puede afirmar que hoy en día tengamos una protección suficiente al respecto.

Es escandaloso que se espíe a las personas en la forma y términos como muy probablemente sucedió en los casos documentados recientemente en el New York Times, igual es reprobable y también reprochable desde varios campos; pero no lo es menos este "espionaje" esta invasión a nuestra intimidad, privacidad y datos personales de que somos objeto todos los mexicanos por personas de derecho público, privado y social.

Así que para las personas de a píe, como usted que lee esta columna o como quien la escribe la pregunta es ¿a nosotros, quién nos protege? Olvídese del INAI o la CNDH, por cierto, pues estas instituciones poco o nada han hecho al respecto.

Nosotros, los de a píe, no es que podamos ser espiados, es que real y efectivamente somos "espiados" de forma francamente vejatoria ¿y qué?

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