Focos rojos en el cambio de época

Focos rojos en el cambio de época

En el cambio radical y universal, el ser humano necesita ser sabio y darle rumbo, configurando las amenazas y buscando el bien en la verdad del hombre.

Anécdota. Doña Lupe está asombrada de su nieto de dos años. El chiquillo maneja el celular con gran facilidad, buscan los juegos y se aísla del entorno. Ya no juega como jugaban los bebés.

La humanidad está embarcada en un cambio de época, vertiginoso, radical, universal.

La Iglesia Católica es el pueblo que tiene un gran tesoro de humanidad y de sabiduría, es una roca inconmovible. Conoce al hombre y el destino definitivo que le dio el Creador.

En medio del huracán oscuro de los cambios en el mundo, en la vida del individuo, la familia de Dios saca de su sustrato cultural y de la revelación divina una sabiduría que ilumina la ruta a seguir y señala las amenazas de destrucción.

Los obispos que deben conducir al pueblo de Dios en este momento de cambios están atentos a los acontecimientos y a las mega tendencias, orientaciones profundas que se forman e influyen en el cambio. No podemos dejarlo a la deriva.

La gente de hoy está ocupada en los bienes materiales: trabajo, producción, negocio y consumo es una tendencia de la humanidad. El hombre es materialista, le gusta el buen vivir, el placer, la comodidad que proporcionan los inventos de los comercios.

Es mundano, vive para el éxito económico, inmerso en negocios y placeres del cuerpo. Se olvida de la dimensión espiritual de su ser, de los placeres del espíritu, de la inmortalidad y de la felicidad plena y definitiva, que late en la vida corporal y temporal.

Así, puede encandilarse, perderse, chocar contra los escollos y no encontrar el progreso y la felicidad tan deseados.

Si se tiene una visión parcial y mutilada de las cosas, se puede perder la oportunidad del progreso y caer en retrocesos, en el caos, en la muerte. Como lo estamos viviendo en este tráfico de drogas, en esta situación de violencia y asesinatos.

Los obispos perciben "un extraordinario giro histórico que se nota en todos los campos de la vida humana, arrastrado por el desarrollo científico… y sus veloces aplicaciones en los campos de la naturaleza y de la vida." (Plan Global de Pastoral, N. 20).

El impacto en la calidad de vida es radical: "nos preocupa-afirman los obispos-el arribo de esta nueva cultura que desdibuja y mutila la figura humana"… Y es aquí donde se encuentra el núcleo de la profunda transformación que se está dando…, El núcleo cultural fundamental: la negación de la primacía del ser humano."

Las consecuencias son incontables. Hay quienes se enriquecen de manera escandalosa sin el menor asomo de conciencia moral, con frecuencia con toda injusticia. La idolatría del dinero, la concentración de la riqueza trae consigo muchos males. Una minoría privilegiada concentra la mayor parte de riqueza en México y en el mundo y las mayorías se quedan con las migajas..

Hay muchas familias hundidas en la pobreza extrema, es pobreza económica, cultural, moral. Hace personas ignorantes, débiles que llevan al poder a líderes que saben manipularlos.

La persona no recibe la educación en los valores que la hagan más pura, honesta, con sentido de los demás, capaz de servicio gratuito y de amor a los más pobres.

En todas partes se contemple el deterioro de la calidad humana y de la naturaleza. La persona se hace pragmática, interesada, desecha todo lo que no le deja dinero, cobra el más pequeño servicio.

Pierde el sentido de la delicadeza, la cortesía, se hace burda, incapaz de pedir perdón, de pedir una disculpa. Ya no sabemos decir: gracias, por favor. Se siente la pérdida y se sufre con personas groseras, arrabaleras. Se echa de menos la altura del espíritu y la nobleza en el trato.

El individuo en la sociedad de hoy está fragmentado, se deshace en moronas, le falta una personalidad robusta, firme, integral.

Un capítulo aparte merece el vendaval y sus efectos terribles de la comunicación con el CEL y las nuevas tecnologías.

El creyente en este vendaval que lo arrebata, se mantiene de pie, firmemente parado en la roca de Dios y de los valores inmutables. No se siente derrotado, tiene la fe de que va a vencer en las pruebas imposibles.

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