La casa de todos los pueblos

La casa de todos los pueblos

Los pueblos se mezclan en migraciones incesantes y en todas partes llegan como a su casa. Así los hispanos y otras razas colonizan Nueva York.

En Nueva York cohabita una admirable variedad de razas, un mosaico de pueblos.

Están en su derecho natural y divino. Las riquezas del mundo están destinadas por Dios para todos. Los pueblos buscan mejorar sus condiciones de vida y emigran a los países donde están las riquezas.

Es cierto que hay una escandalosa e injusta desigualdad social y las mayorías débiles sociales alcanzan sólo las migajas.

Hace muchas décadas visité Nueva York, ahora la encontré cambiada. Se ha vuelto cosmopolita, se ven todas las razas, los sajones, los güeritos se pierden en la multitud.

Hay muchos hispanos, de Puerto Rico, Santo Domingo y Puebla de nuestro México.

El futuro es el mestizaje, es la mezcla de razas, como afirmaba Virgilio Elizondo de San Antonio Texas. El presente y el futuro se ven en esa perspectiva.

Mucha gente hablando español, puertorriqueños, dominicanos y de todos los países hispanos. Mi guía para visitar Nueva York fue un paisano de El Paso, que tiene sus antepasados en Zacatecas.

Nueva York me pareció majestuosa, rica, bella en sus edificios del centro. Se asiste a la danza de gigantes, de los rascacielos monumentales, espléndidos, elegantes.

La Quinta Avenida y las grandes avenidas llevan ríos de gente que les da animación y colorido. Se ve gente muy hermosa, de muchos colores. Es verano, el clima es dulce aunque empezó un calor terrible y húmedo.

Hay un aspecto de riqueza, de glamour, elegancia. Tristemente en las mismas avenidas y en rincones oscuros asoma su rostro la miseria en hermanos, muchos morenos sobre todo que duermen en la calle donde arrastran su sufrimiento.

Hay turistas que gastan con lujo y dispendio. Se adivinan que son las familias de los políticos y empresarios, de los que concentran la riqueza, amasada con frecuencia en la injusticia.

El ambiente es de una inmensa fiesta en el día y en la noche, como la feria de la felicidad en Times Square  que está intensamente iluminada y llena de gente. De noche la alegría es desbordante como una kermesse de lujo, de gran lujo. La gente derrama alegría. Se siente una corriente poderosa de contento festivo.

Los migrantes, dejando su dulce hogar, su patria y su parentela resuelven los problemas más urgentes de supervivencia, dinero, para las necesidades básicas pero llevan otros sufrimientos del alma muy profundos, se ven muchos individuos solos. En el inconsciente colectivo se percibe tal vez cierto dolor y nostalgia. Por lo demás, todos vamos en busca de la patria verdadera, en este mundo somos peregrinos.

Es el caso de Juan, Elías, Víctor Hugo que fueron mis vecinos de departamento, viven sobriamente pero tienen en común que viven solos.

Vi a Juan en su departamento, oramos con la palabra de Dios y le transmití la bendición y las gracias de mi maestro, el Mesías. Está muy delgado, pálido, débil. Tiene cáncer en el páncreas y el hígado. Su caso es muy doloroso, él se muestra valiente y optimista. Otro paisano que crucé en la Iglesia entabló la conversación conmigo.

-Tengo muchos años sin ir a mi pueblo.

-¿Cómo van tus papeles?

– Ya lo que quiero es regresarme a mi pueblo.

– Regrésate. Cuando se vienen al norte nos quedamos tristes.

La historia personal y los recuerdos, la familia, la cultura del terruño los llevamos grabados en  el alma. El llamado de la patria, sigue como una llaga abierta, como un desgarramiento en el alma.

¿No son más felices quienes se quedan en su país viviendo en la sencillez y el desprendimiento? ¿El paraíso del norte es engañoso, no tiene mucho de espejismo?

El modelo de vida está programado por los grandes capitales, el dinero es el señor que gobierna sobre los países y las personas. Es el mundo de inversiones con las del gobierno de Peña Nieto, producción de bienes materiales y consumo. Hay campañas de manipulación para someternos al consumo,

Es impresionante la presencia de la fe católica de los latinos. De la arquidiócesis de Nueva York que tiene 3.2 millones de católicos, me afirmaba el Padre Antonio de la parroquia de San Juan Apóstol, en Bronx, que el treinta por ciento son hispanos.

La atención a los hispanos es importante para la iglesia, se refleja en las estructuras, en los trabajos.

Los viajes, además de recuerdos traen sabiduría. Nos ubican en el mundo, permiten conocer a los hermanos en un ambiente de asombro y alegría.

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