Por: Fabiola Alanís Sámano
"Corrupción es una categoría moral cuyo significado se asemeja al concepto de putrefacción. Diversos analistas han utilizado el término para describir aspectos de la vida que ellos encuentran repugnantes".
Las organizaciones no gubernamentales Transparencia Internacional y Transparencia Mexicana dieron a conocer hace unos días el Índice de Percepción de la Corrupción, tomando en cuenta el análisis de la información disponible sobre el ejercicio del gobierno y la procuración e impartición de justicia en 176 países.
México es uno de los países más corruptos del planeta. Es vergonzoso, pero así es. De acuerdo con ese Índice, nuestro país ocupa en 2018 el lugar número 123 de entre 176 naciones. Lejos de mejorar, la situación empeoró a nivel nacional a pesar de que en esos años se puso en marcha el Sistema Nacional Anticorrupción, que por cierto ha dejado mucho que desear; puro aparato, burocracia, declaraciones y nulos resultados.
Con los datos obtenidos en 2018, Transparencia Internacional construyó un mapa mundial de corrupción y encontró que, efectivamente, lejos de disminuir, la corrupción en México se incrementó incluso con niveles más elevados que Brasil. De lo más escandaloso e indigno de los últimos años es lo que sucede con Odebrecht, empresa que adoptó como estrategia la corrupción para expandir sus actividades y multiplicar sus ganancias en la región latinoamericana; sus graves y escandalosos actos han quedado descubiertos y han alcanzado a personajes de la política y del sector empresarial en al menos 12 países de la región, entre los que destacan México, Brasil, Panamá, Perú, Ecuador y Argentina.
La denigrante posición que ocupa México en materia de corrupción tiene que ver con los limitados controles en el ejercicio del gasto público y, por supuesto, con la complicidad e impunidad bajo el cobijo del poder presidencial.
Los repugnantes actos de corrupción que han involucrado en los últimos años a los gobernadores de varios estados de la República, y a la propia Presidencia, dan cuenta del tamaño del fenómeno, más de la mitad de los mandatarios que dejaron el poder recientemente tienen abiertos procedimientos, el más destacado –pero no menos grave– es el de Javier Duarte, de Veracruz, cuyo cinismo rebasa lo imaginable.
Actualmente se encuentran presos los ex gobernadores priístas Mario Villanueva Madrid, de Quintana Roo; Andrés Granier, de Tabasco; Jesús Reyna, de Michoacán, y Flavio Ríos, de Veracruz, y además del panista Guillermo Padrés, de Sonora, se encuentran sujetos a proceso bajo amparo el panista Luis Armando Reynoso, de Aguascalientes, y el priísta Rodrigo Medina, de Nuevo León.
A las y los mexicanos nos preocupan centralmente tres problemas: desempleo, corrupción e inseguridad, y no es para menos. En el sexenio que termina se incrementó en 100% la percepción sobre las actividades ilegales de altos funcionarios y empresarios con recursos públicos, algunos de los principales escándalos de corrupción fueron: la Casa Blanca, Odebrecht y la Estafa Maestra, entre una larga lista de escándalos que caracterizaron al sexenio que termina, por eso no extraña que en la última encuesta sobre la opinión que tenemos del presidente Enrique Peña Nieto el 72% de las y los mexicanos lo consideran una persona corrupta.
El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ha sostenido durante toda su trayectoria política que uno de los principales problemas del país –si no es que el principal– es la corrupción. Como vemos, no le faltan razones y hace bien en colocar en el primer lugar de la agenda pública ese debate.
Irma Eréndira Sandoval, futura secretaria de la Función Pública, coordinó en 2009 el libro Corrupción y transparencia, debatiendo las fronteras entre Estado, mercado y sociedad; es un material recomendable porque aborda el fenómeno de la corrupción-putrefacción desde la economía, la ciencia política y las experiencias de gobierno. Ella será, a partir del 1 de diciembre, la responsable de emprender y dirigir las drásticas acciones que requiere la superación de este gran estigma de nuestro país y, como se ve, le sabe al tema y podrá rendir cuentas claras y resultados satisfactorios al país y al próximo presidente.
