La democracia del águila

La democracia del águila

La democracia es difícil de sustentar en un contexto fáctico permeado por la pobreza, la ineficacia de los derechos humanos, el reduccionismo de ofertas políticas administradas por las cúpulas partidarias en coordinación con los grupos de interés y de presión, la polarización de la población repartida en un pequeñísimo grupo de ricos y una inmensa masa de pobres o medio pobres cuya única diferencia (entre los pobres y medio pobres) es de pocos grados.

¿Cómo hablar de la "democracia mexicana" en un contexto de hecho que nos receta a cada paso la triada de la desigualdad, la injusticia y las libertades restringidas?
Me parece que no, que no es posible hablar de la democracia, a menos que se asuma la posición cómoda del falso profeta que se dirige a la grey con una imagen de autoridad inmaculada por su celibato y misticismo públicos, pero que en privado soslaya reprender/sancionar por lo malo y/o que persigue sin descanso a los niños y a las niñas para sodomizarlos.

La democracia no está, al menos hasta donde alcanzo a ver, en la ingente cantidad de pobres que me encuentro en la calle cada día, no está tampoco en los viejos que reciben una mísera despensa, no está en los niños que venden dulces en los cruceros, no está la persona emputecida (a veces por convicción propia) para llegar a un puesto o cargo, no está en el magistrado o ministro que lo es por el padrinazgo y vende sentencias, no está en el titular de un órgano constitucional autónomo que lustró los zapatos de sus benefactores, no está en el servidor público que aprovecha el puesto para hacer negocios millonarios a través de prestanombres y enriquecerse ilegítimamente, no está en el lidercillo estudiantil que presiona a los profesores por buenas notas ni en lo profesores que se dejan presionar, no está en el profesor que paso a paso va cerrando el camino a estudiantes de su gusto para luego presionarles y obtener un favor sexual a cambio de una nota aprobatoria como tampoco lo está en quien accede al favor pedido, no está en las orgías de funcionarios en restaurantes de jactancia, no está en los salarios de hambre, no está en la actitud sumisa ante el poderoso y el autoritarismo ante el débil, no está en todo ello y no está en muchas, en verdad muchas otras escenas que no podrían encerrarse en un libro enciclopédico.

Es muy confortable hablar en el aula de la democracia, de sus adjetivos, de sus modelos, de que es una meta constante, de su relación con el derecho, porque en las tibias paredes del aula el profesor se siente magnánimo, se juzga autoridad pitonisa y los(as) alumnos(as) se confortan al pensar que tienen un pensamiento cuasi científico, en especial de la ciencia política.

Lo que parece peor es que en el aula, gran parte de los y las docentes juegan también el rol de participes de la vida colectiva y en esa vida colectiva transan, someten, tuercen, vulneran, acosan, engañan, manipulan (como lo hacen en el aula); pero, en el aula son "científicos" de la democracia, como si sus demonios se exorcizaran con la claridad de los muros del salón de clase; y lo más triste, los alumnos y las alumnas observan atentamente el comportamiento de sus profesores(as) y encuentran la clave de la doble moral, la gran lección a seguir, así que emulan y glorifican al acosador autoritario, a quien se emputece, al corruptor, pues al salir de sus estudios, el ancho de la calle del progreso fácil ya se ha aprendido. Más de lo mismo.

Ese comportamiento también se aprende en las oficinas, en los centros de trabajo y en general en la interacción con la gente.

¿Democracia? Yo lo que miro es un México roído, dolido, maltrecho, enojado porque falta democracia, porque si se conoce a la democracia es en la poesía constitucional y en los tratados, en las novelas de los libros "científicos", en las promesas de campaña, en el verbo de los(as) profesores(as).

Yo lo que veo, en un parafraseo de un discurso que no sé si se pronunció con sinceridad, es un México con hambre y con sed de justicia, un México históricamente desesperanzado, ante tantos dueños de la silla coronada por el águila que como figuras máximas se han servido de ella.

La esperanza son los líderes naturales y la gente buena, esos mismos líderes a los cuales los "lideres formales" les han cerrado las puertas, por lustros y decenios. Esto es, para un Juan O'Donojú un José María Morelos.

¿Democracia? Es una buena pregunta para quien carece de poder, no para quien lo tiene de algún modo.
Comentarios: urielpr@gmail.com

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