La dialéctica de la 4ª transformación III

La dialéctica de la 4ª transformación III

La paradoja de enero de 2019, estriba en el consenso universal a favor de la lucha contra el robo de combustible y la falta del mismo consenso para tolerar las consecuencias derivadas de esa lucha.

La paradoja se puede resolver y entender si se analiza por partes: en la primera parte de la ecuación, como es el combate al robo de combustible, es obvio que todos, salvo los beneficiarios del mismo hurto, estamos en general de acuerdo con la lucha, en tanto lucha en general contra lo ilícito, porque no nos ocasiona ningún demérito y sí esperamos beneficios, además de que se "acomoda" a nuestra ética; sin embargo, las consecuencias resultantes del mismo combate, y quizá, con más precisión, los resultados de la modalidad de combate concreto elegida por el Gobierno de la República, son fuente de escepticismo, rechazo y en parte de tolerancia.

El rechazo y escepticismo ante las consecuencias ocasionadas por la lucha contra el robo de combustible tienen su raíz en que el análisis se hace con una visión temporal de corto plazo y en función de los costos que sufrimos por la deficiencia en el suministro de gasolina.

Dicho en otros términos, escépticos y críticos claro que apoyan el combate emprendido por el Gobierno de la República, porque no acarrea costos directos y porque se esperan beneficios; pero no toleran las consecuencias de los saboteadores, porque eso sí impone costos, no mañana, no pasado, sino ahora, en este momento, y eso no agrada.

Sin embargo, aquellas personas que respaldan la lucha y toleran las consecuencias del combate, aunque no les agrade, comprenden que las consecuencias del desabasto de gasolina derivan no sólo de un actuar gubernamental sujeto a la ley que no ha sido 100% eficaz (¿Cuándo se ha visto un actuar 100% eficaz?) sino que también es producto de la actuación ilícita de "servidores públicos" y de personas comunes que actúan sin sujeción a la ley –para sabotear los ductos de gasolina, por ejemplo-.

También opino que quien respalda la lucha y tolera sus consecuencias desagradables, al parecer estima que en este conflicto está en juego mucho más que el poderse transportar o transportar bienes y/o servicios libremente y a voluntad en vehículos de motor terrestre, afectados en este plazo (ello, sin desconocer que muchas personas tienen atada su vida a la movilidad ligada al combustible); se tolera porque se cree que está en juego, como es cierto y en gran parte, la democracia como forma de gobierno para realizar los valores colectivos, entre ellos, la justicia y la licitud, lo mismo que el enraizamiento de valores fundamentales para todos (hacer lo bueno, por ejemplo).

Incluso, me parece que quien está a favor del combate del robo de combustible y sobrelleva sus consecuencias, asume que dichas consecuencias tienen un carácter temporal y que, en el mediano y largo plazo, el pueblo saldrá con buenas cuentas de la controversia.

Dicho de esta manera, la crítica al Gobierno de la República tiene como eje vertebral el método concreto que se ha seguido para combatir el robo de combustible y que no previó o no previó suficientemente las consecuencias que hoy se traducen en el desabasto de gasolina para el consumidor final, ni atisbó las respuestas necesarias que debían tomarse.

La crítica, así sin más, ha llevado de una forma previsible a presentar al Gobierno de la República y, más en concreto, al Presidente de la República, como el único responsable del desabasto de gasolina y de sus consecuencias nocivas.

La oposición, los grupos de interés y de presión adversos, por supuesto que tienen esa lectura y buscan cada día elevarla exponencialmente, sacar ventaja, para minar al Gobierno Federal en funciones y erigirse en paladines de una lucha que aducen justa y que nunca emprendieron para combatir fenómenos como el robo de combustible.

Pero, desde un punto de vista personal, es claro que el conflicto huachicolero lo que hace es reflejar lo que ya se ha dicho en columnas pasadas, que es un ejemplo perfecto de la dialéctica de la 4ª transformación, esto es, de la lucha intestina entre la forma de gobernar del pasado y la actual (antes, la basura se escondía bajo la alfombra y relucía la casa; ahora la basura se muestra y se ve el polvo).

Y sobre ello debe observarse de manera muy señalada, que si el Gobierno de la República procura actuar de una manera "nueva" esto lo hace con las herramientas jurídicas del pasado; mientras que los adversarios sacan beneficio de esas mismas herramientas jurídicas y hacen valer el mismo pasado político trasnochado, la burda grilla y los juegos deshonestos para atacar.

El Gobierno de la República y el movimiento del que nace, con más de una cabeza, debe reflexionar de manera profunda y reconocer que las mayorías, en especial las parlamentarias, deben provocar cambios cualitativos para dar paso a un nuevo orden constitucional y legal idóneo, para poder enfrentar hechos tan complejos como el de robo de combustible (las reformas no han de limitarse al agravamiento de ciertos delitos o dar base constitucional a una Guardia Nacional con mando ciudadano), asociarlo al nuevo orden político y apuntalarlo con decisiones económicas precisas y  el Gobierno de la República, debe hacerlo oportunamente, sin dilación, y mirando al bien común (dar paso al nuevo orden constitucional y legal) pues hay muchos otros problemas con una naturaleza parecida que se deben combatir en el futuro próximo.

Es conveniente que así sea, pues no hay mal que dure cien años, ni quien lo aguante, por más bondad que se inspire.

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