Las autoridades corruptas lo matan, pero el resucita

Las autoridades corruptas lo matan, pero el resucita

Cristo conduce la historia de México, los poderes corruptos lo desprecian, aplastan y matan pero el Padre Dios, lo resucita.

En tu vida. Muchos hermanos han tenido la experiencia de encontrar a Cristo resucitado.

Recuerdo cuando en un monte alto, cubierto de nieve, desierto nos preparó leños cortados con sierra, ordenados.

Dios habla. El kerigma es el corazón del mensaje de nuestra fe de Jesucristo y su obra, anuncio corto, fuerte, vibrante. Hay que reformularlo para cada pueblo en su tiempo concreto.

Esta es una formulación para nosotros: no sentimos perdidos en la descomposición social, desigualdad y sufrimiento de los pobres, por la corrupción y los crímenes de quienes tienen el poder. Cristo nos saca de ahí, anunciando el amor y el servicio, condenando el pecado de los soberbios, mentirosos que abusan de la miseria, de la indefensión de los pobres y débiles. Lo matan los corruptos. Sacrifican al inocente.

El padre Dios le hace justicia, le da la victoria, lo resucita resplandeciente de gloria. Crea un mundo nuevo, es la única transformación sin ambiciones mezquinas, soberbia ni engaños. La corrupción, impunidad, mentira de la sociedad criminal e injusta, todos los males han sido vencidos.

Es posible ahora a cada católico liberarse de la corrupción en todas sus formas. Ahora debemos vivir una conducta nueva, conforme a la ley de Dios desterrando de nosotros el asesinato, los asaltos, el odio, la descalificación. La victoria está asegurada si seguimos a Cristo desafiando la corrupción y viviendo en la transparencia, la justicia, la rectitud.

Pedro, en los Hechos de los Apóstoles predica el kerigma a los judíos que esperaban al Mesías y que luego rechazan y entregan en manos de los poderes pecadores. Pedro es valiente y anuncia a las autoridades corruptas de su pueblo "el Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la Cruz, la mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho jefe y salvador".

También Pedro les anuncia a los judíos "la gracia de la conversión". Para quienes se arrepienten y reparan sus daños Dios ofrece "el perdón de los pecados".

En una escena desbordante de belleza y ternura, Pedro y los apóstoles viven la experiencia del encuentro con Cristo resucitado. Es el mismo lugar de tantas experiencias en la vida de Jesús, el lago: el trabajo arduo e infecundo, la pesca milagrosa sobre la palabra del Señor. El detalle tan tierno de tener una lumbre en la orilla… Los ojos de los apóstoles que no lo reconocen.

Los católicos seguimos a un Cristo, Cordero sacrificado pero resucitado por el poder del Padre Dios, vencedor de la corrupción y del crimen y glorificado. Hay que reconocerlo cuando ha vuelto a su condición de Dios y aparece en el esplendor de su gloria. Juan lo contempla en visión y nos comparte su experiencia:

"digno es el cordero que fue inmolado de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza… Por los siglos de los siglos".

Por eso la asamblea de Dios cantada entusiasmada: "te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos… Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente".

El católico tiene siempre enfrente a Cristo resucitado. Se libera del mundo de corrupción y muerte, se levanta de los placeres mundanos y bajos. Vive buscando la transparencia, la honestidad, en el mundo de lo alto, de lo definitivo, en el mundo que viene con la felicidad plena y la vida inmortal, "por haber recobrado su adopción filial… Con gozosa esperanza del día de la resurrección."

Vive intensamente. Cristo está ante ti resucitado, contempla su gloria, adóralo. En la transparencia síguelo, en su mundo nuevo.

Cristo está aquí. En la misa entramos en la gloria de Cristo, bajo los velos del pan y del vino. Nos alimenta con su vida celeste.

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