Las mujeres en la cuarta transformación

Las mujeres en la cuarta transformación

Por: Fabiola Alanís Sámano

—Va con cualquiera —decían, queriendo ensuciar su libertad.
—No parece mujer —decían, queriendo elogiar su inteligencia.
Pero numerosos profesores, magistrados, filósofos y políticos acudían desde lejos a la Biblioteca de Alejandría, para escuchar su palabra.
Hipatía enseñaba a dudar y a preguntar. Y aconsejaba:
—Defiende tu derecho a pensar. Pensar equivocándose es mejor que no pensar.
¿Qué hacía esa mujer hereje dictando cátedra en una ciudad de machos cristianos?
La llamaban bruja y hechicera; la amenazaban de muerte.
Y un mediodía del 8 de marzo del año 415, el gentío se le echó encima –azuzada por quien sería conocido como San Cirilo, obispo de la Iglesia cristiana– y fue quemada en la hoguera en la plaza pública.
Así murió Hipatía de Alejandría hace más de mil 600 años.

La lucha de las mujeres por alcanzar el espacio que nos corresponde en la sociedad es tan antigua como la sociedad misma; hay heroínas de la antigüedad en el anonimato y también las hay en nuestros tiempos, porque la historia suele contarse normalmente desde el punto de vista de la mitad masculina de la humanidad, y no por un acto voluntario de los hombres, sino porque la estructura social está construida de esa manera. Por esa razón, la posibilidad de eliminar la violencia contra las mujeres será sí, y sólo sí, logramos modificar esa estructura y transitar a una sociedad con igualdad de oportunidades y derechos más allá de cualquier diferencia de clase, de género, de afinidad ideológica o de pertenencia étnica.

El día en que Andrés Manuel López Obrador ganó la Presidencia de la República se calificó el hecho de muchas maneras: tsunami, hartazgo, revolución, transición, transformación, movimiento, fin de una época, viraje hacia la izquierda, esperanza, renovación, cambio, cuarta transformación; aunque, en realidad, es todo eso condensado en un proyecto que sintetiza la historia moderna de nuestro país: triunfó la revolución de las conciencias y nos encaminamos a la cuarta transformación en la historia de nuestro país, dijo el presidente electo.

Y en el corazón de la cuarta transformación podrían estar las mujeres, porque por primera vez en la historia de nuestro país, en la Cámara de Diputados se integrarán 239 mujeres, es decir, el 47% del total, mientras que en la Cámara Alta habrá 63 senadoras, lo que equivale al 49%. Sin embargo, la cantidad de legisladoras no es suficiente para garantizar la transformación institucional que el país requiere; digamos, en términos llanos, las mujeres electas están a prueba y también está a prueba la paridad de género. Ahí están las mujeres que conquistaron un espacio en los Congresos locales, en las presidencias municipales, y las que tendrán nuevas responsabilidades en la cosa pública. Las mujeres pueden −si se deciden− impulsar, proponer y defender en esos espacios las medidas necesarias para atender, prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus formas y contribuir a una de las causas más nobles que enarbola Andrés Manuel López Obrador: la conquista de la paz con justicia y dignidad.

Las mujeres en los espacios de representación popular pueden y deben hacer la diferencia y responder al mandato de las urnas: el pueblo votó por el cambio y no se conformará con menos. Del tamaño de la votación y la participación en las urnas es el tamaño de la responsabilidad histórica de cumplir con su expectativa.

Es cierto, las mujeres queríamos ser parte del ágora, del espacio en donde se debate, se reflexiona, se opina, se acuerda, se decide, se construye, se abona. Ya estamos ahí, en uno de los momentos más apasionantes de la historia moderna de nuestro país, en uno de los episodios más desafiantes y esperanzadores de la nación. Habrá que cumplir, sin titubeos, con ese mandato, con firmeza, con autoridad, con honestidad, con el corazón y la razón que nos asiste.

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