Legislar y cómo no hacerlo

Legislar y cómo no hacerlo

Hace tiempo conocí a un senador representante de una entidad federativa del norte de México, quien tenía en la cabeza la idea fija de que un buen legislador, o al menos lo que él pensaba para sí y lo que él consideraba que la gente pensaba que era un buen legislador, era aquél que de manera continua, sesión tras sesión de asamblea plenaria, presentaba iniciativas de ley/decreto y subía a tribuna para "justificarlas", así que de manera casi permanente presentaba iniciativas de ley.

Es obvio que dicho senador tenía un poder creativo limitado y que sus asesores adolecían de la misma situación, de modo que si el senador, según su idea de ser un buen legislador, debía subir cada sesión plenaria a presentar iniciativas de ley, él mismo dio la solución a sus asesores (eran estos quienes elaboraban los proyectos de las iniciativas) para lograr el cometido sin mayor problema: tomar el Código Penal Federal, leerlo norma por norma, detectar en cada numeral alguna complicación semántica, sintáctica u otra diversa, elaborar el proyecto de iniciativa correspondiente y, en cada sesión, presentar el proyecto de reforma de uno o unos pocos artículos, hasta acabar con el Código entero reformado.

De este modo, quienes conocían de la situación, asistieron a presenciar el pavoroso y quizá hasta picaresco fenómeno. ¿Reír, llorar, enojarse? La verdad es que unos hacían una cosa y otros otra diversa; pero el senador fue agotando la reforma al Código y estuvo en la pantalla de la televisión casi siempre "para no fallarle a sus representados".

Los hechos son reales y pueden llamar a risa o enojo a quien lea esta columna, pero debe hacernos reflexionar sobre algunos puntos, uno primero es que los legisladores, no todos, pero si muchos de ellos y muchas personas, tienen una idea equívoca de lo que debe ser un "buen legislador": el que impulsa más iniciativas de ley.

Sin embargo, nada hay más alejado de la verdad, esto es, es incorrecta la idea de que un buen legislador es el que más leyes impulsa con sus iniciativas de ley, como tampoco es cierta la idea extrema de que mientras menos leyes y por tanto, menos iniciativas de ley existan, es mejor.

En primer lugar, hay que considerar que un legislador tiene más funciones que las propiamente legislativas, esto es, un legislador, además de tener la facultad de presentar iniciativas de ley, puede ejercer funciones de control, hacendarias, educativas, entre muchas otras.

También hay que asimilar que si un legislador ejerce una función de impulso de propuestas, no debe abandonarlas una vez presentadas, como de común sucede.
Pero, es de la mayor importancia que la oposición justificada a iniciativas de ley o decreto irrazonables, es igualmente relevante que impulsar aquellas iniciativas de ley o decreto razonables.

Las iniciativas de ley, no deben ser el pan nuestro de cada día, como tampoco por definición deben ser el último recurso, las iniciativas que impulsen nuevas leyes, deben tener lugar cuando sean necesarias.

Un buen legislador, desde el ángulo de su función legislativa, es tanto aquel que impulsa iniciativas de ley razonables como aquel que omite el apoyo o se opone justificadamente al tránsito de iniciativas de ley irrazonables.

Además, bajo ese prisma de necesidad, un buen legislador es aquel que no abdica sin razón del ejercicio de sus funciones adicionales a la legislativa, pues si hay razones para su ejercicio, debe ejercerlas.

Por otra parte, habría que decir ahora a los legisladores que si en el contexto actual, su imagen está reprobada ante la opinión pública, son ellos mismos quienes deben trabajar en darle "ethos" a su imagen para que sea digna de crédito y para ese fin deben recibir el apoyo de todos los servidores públicos parlamentarios, en primera instancia, como el procedente de la sociedad en su conjunto.

Así, un buen legislador comenzaría bien en el ejercicio de su función legislativa:

1.Si evita presentar, impulsar y votar a favor iniciativas de ley o decreto injustificadas.
2.Si no abandona el impulso de sus iniciativas de ley razonables.
3.Si no se opone arbitrariamente al trámite y fondo de iniciativas de ley razonables.
4.Si no abdica irrazonablemente del resto de sus funciones.
5.Si no incurre en hechos o actos reprochables por la opinión pública.

De esta manera, legislar mal muchas veces se hará mediante el impulso de leyes irrazonables y se hará bien, si se omite el apoyo o se opone al trámite y fondo de iniciativas de ley irrazonables.

Para ser un buen legislador, pues, no se requiere de un impulso constante de iniciativas de ley, a veces es mejor callar u oponerse a iniciativas de ley irrazonables. Comentarios: urielpr@gmail.com

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