Michoacán, la ruta del turismo igualitario

ONU Mujeres afirma que cuanto mayor es el número de mujeres ocupadas, la economía crece más y más rápidamente (Foto: Michoacán Celebra la Vida)
ONU Mujeres afirma que cuanto mayor es el número de mujeres ocupadas, la economía crece más y más rápidamente (Foto: Michoacán Celebra la Vida)

Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- Lograr la igualdad de género y empoderar a las mujeres y las niñas es uno de los objetivos mundiales que articulan la agenda 2030 para el desarrollo sostenible. Ésta es una tarea que demanda de un verdadero trabajo de equipo, con visión integral, que parte del reconocimiento pleno de que el rol de la mujer en la vida pública, política y económica, está cambiando, especialmente en las ciudades, transformando entornos y vidas.

El acceso a la educación, la defensa y el ejercicio de sus derechos, la reducción de las tasas de fertilidad, los cambios aspiracionales y la transformación que está produciéndose en las normas sociales están dando como resultado un aumento de la presencia de las mujeres en empresas e instituciones, detonando los cambios en el equilibrio de poder entre géneros.

No es una visión paternalista ni sexista o feminista. Tampoco responde a una temporalidad del tema. Según numerosos estudios realizados por reconocidos organismos internacionales, el empoderamiento de las mujeres no sólo es un derecho inalienable basado en la igualdad entre géneros, sino que conlleva una mejora en la calidad de vida de la ciudadanía.

ONU Mujeres afirma que cuanto mayor es el número de mujeres ocupadas, la economía crece más y más rápidamente. Sí, la mujer es un detonante tangible en este proceso de mejorar la vida de las familias y, por tanto, de las sociedades.

Hay otros datos que retratan el empoderamiento iniciado: la Fundación Microfinanzas del BBVA, por ejemplo, apunta que las mujeres emprendedoras invierten un 50% menos de capital en sus negocios que los hombres, pero obtienen un 20% más de beneficios y ahorran un 35% más que los varones, aunque ingresan un 25% menos; las causas de este comportamiento son muy claras: la diferencia entre las prioridades que marcan uno y otro género.

Y eso se puede constatar en uno de los datos más interesantes para el bienestar de las familias, según la OCDE, lo que sucede es que las mujeres revierten el 90% de sus ingresos en sus familias y comunidades mientras que los hombres sólo lo hacen entre el 30 y el 40%.

Con todo y ello aún falta, porque si bien los roles sociales están cambiando, así como los beneficios que reporta su empoderamiento, las mujeres siguen sufriendo discriminación salarial, exclusión digital y educativa, barreras al financiamiento, cargan con la responsabilidad de los trabajos domésticos y otras labores no remuneradas, como el cuidado de hijos y familiares dependientes para, además, padecer condenables episodios de violencia.

En este escenario de lucha por la igualdad, aunque pareciera no tener relación alguna, el turismo resulta ser un elemento de gran impacto en el empoderamiento de las mujeres para liberarse del abuso y la violencia.

El turismo genera empleo y eso detona la independencia económica; para las mujeres, les brinda la posibilidad de interactuar con personas ajenas a su entorno habitual y tomar contacto con otras formas de pensar y estilos de vida, lo que ayuda a acelerar los procesos de crecimiento personal y profesional, especialmente en el mundo rural.

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El turismo también les da la oportunidad de aprovechar sus conocimientos como fuente de recursos en territorios donde les sería difícil acceder al mundo laboral. Es el caso de un nutrido y creciente número de cocineras tradicionales y de artesanas de nuestro país.

En México las mujeres tienen una elevada presencia en el sector del turismo y viajes, con el 57% del total de los puestos de trabajo. Pero ese elevado porcentaje esconde singularidades que ponen de manifiesto importantes temas pendientes que los responsables del desarrollo turístico del país deben (debemos) superar.

Porque sí, son importantes, trabajadoras, buenas administradoras y demás, pero prevalece la escasa presencia de mujeres en puestos de responsabilidad; es notable esa ausencia. O también la desigualdad salarial frente a los hombres, y la insistencia en feminizar los oficios como para hacerlos exclusivos de ellas, como el de ama de llaves o camarera de piso, o la falta de flexibilidad laboral para atender a los compromisos familiares; esos son buenos ejemplos de lo que sigue presentándose, cuestiones que hay que resolver.

La igualdad de género es una condición para el desarrollo sostenible de cualquier actividad productiva, como la turística.

Entre todos -sector público, Iniciativa Privada y sociedad civil- se debe asumir el compromiso y hasta la obligación de crear las condiciones necesarias para acelerar el proceso de empoderamiento de las mujeres en el turismo -y cualquier otra actividad económica-; mejorar su formación, facilitar el acceso al crédito público y a puestos de responsabilidad, son algunas de las metas a alcanzar en el corto, mediano y largo plazo, hasta que se conviertan en elementos intrínsecos a este proceso.

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Un buen ejemplo de cómo las mujeres, con el apoyo adecuado, son capaces de transformar visiones y comportamiento en las sociedades que habitan, al margen de su condición económica, civil o académica, son precisamente las Cocineras Tradicionales, mujeres que no sólo recuperan y conservan el patrimonio gastronómico del país, desde los olores, sabores y texturas, sino que, con sus conocimientos culinarios, crean micropymes turísticas que pueden llegar a alcanzar niveles internacionales de reconocimiento.

Desde la óptica más pura de la sostenibilidad, estas mujeres generan procesos de desarrollo endógeno, promueven el empleo, rescatan y blindan tradiciones en riesgo de desaparecer, fortalecen las cadenas de valor y de proximidad; innovan a partir de los recursos gastronómicos ancestrales de cada región; despiertan y catapultan a las mismas sociedades en las que habitan y que, hasta hace poco, las mantenía marginadas de su desarrollo personal.

Sí, la tarea es ardua pero no por ello hay que renunciar a realizarla, porque al final, el camino que se ha trazado, es en el que se han construido las bases de la nueva perspectiva de género, una de inclusión, de respeto, de tolerancia y de acompañamiento incondicional.

Por: Silvano Aureoles Conejo/R

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