Partidos políticos y su falta de credibilidad

Partidos políticos y su falta de credibilidad

Los partidos políticos en México, nos guste o no, son el pilar de nuestra incipiente democracia; los propios mexicanos los hemos construido cada quien desde nuestra trinchera, incluso los que no tenemos ninguna filiación partidista. Y son los propios institutos políticos los que motivan o desmotivan al gran elector a participar o a abstenerse cada que hay elecciones, como es el caso de este año.

Hay que aceptar que la política genera animadversión por naturaleza entre la gente; no es como el futbol, un concierto musical, un talk show o un entretenimiento específico que genere simpatías de inmediato –dependiendo de los gustos–. Por el contrario, la política siempre va a ser cuestionada, rechazada o hasta despreciada, porque para la mayor parte de la ciudadanía los políticos son los culpables de la crisis, la corrupción, la mala economía y de todos los males que nos suceden; "todo es culpa del gobierno", se oye hablar en cada mesa de café, en los hogares y en oficinas. ¿De verdad todo será culpa del gobierno en turno?

¿Qué es la democracia?

Hay que recordar que para el destacado escritor y politólogo italiano Giovanni Sartori "una democracia malentendida es una democracia mal planteada", por eso resulta muy importante preguntar a los liderazgos partidistas ¿qué entienden sobre democracia? Y es que los presidentes de los comités ejecutivos de cualquier partido político deberían ser personas honorables a toda prueba, congruentes entre el decir y el actuar, para que así mismo la gente que postulen cuente con las mismas características.

Por ejemplo en Australia, si el primer ministro no logra realizar los programas de gobierno previamente establecidos, a favor de los ciudadanos, su propio partido político tiene las facultades para destituirlo, previo procedimiento ya establecido en la constitución, debido a la falta de logros prometidos con antelación. Australia es una democracia representativa, es decir, que posee un gobierno parlamentario en el que los ciudadanos australianos participan y dan su opinión, aunque pertenece a la comunidad que aglutina a los estados independientes que formaron parte de la corona británica.

La credibilidad de los partidos políticos

En su momento, el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello, durante su participación en las mesas de trabajo de la conferencia "Integridad electoral en América Latina", advirtió que los partidos políticos "enfrentan una severa crisis de credibilidad, mientras la confianza general respecto a las instituciones representa un desafío para la estabilidad de los temas democráticos y vulnera la capacidad de las instituciones para enfrentar problemas", insistió.

Si ya tenemos un diagnóstico de qué les hace falta a los institutos políticos, y sobre lo que deben hacer para ganar mayor credibilidad y motivar el voto ciudadano, ¿entonces por qué no avanzamos realmente en el tema? La respuesta es sencilla: los intereses grupales o personales.

No se puede creer que un partido político sea secuestrado o cooptado por caciques o personajes ambiciosos, que sean capaces de vender su alma al diablo, con tal de lograr sus aspiraciones o de su grupo cercano. Ya pasó, pasa y pasará en todos, tanto el PAN como PRI, PRD, Morena, PVEM, PES, Panal, PT y MC.

Líderes y pseudolíderes

Hay que preguntar a la base, a la militancia, si se sienten orgullosos, por ejemplo, de un Alberto Anaya, del PT; de un Hugo Eric Flores, del PES; de una Alejandra Barrales, del PRD; de un Enrique Ochoa, del PRI, y hasta en su momento del propio Ricardo Anaya, del PAN, cuando estuvo al frente, previo a sus aspiraciones presidenciales, así como de AMLO, con Morena.

Y mire que en México hay partidos millonarios, en un país de altos índices de pobreza, porque no hay que olvidar que este año las prerrogativas llegaron a la escalofriante cifra de 6 mil 788 millones de pesos, divididos entre nueve partidos, como financiamiento público, incluidos gastos ordinarios y de campaña, según lo que acordó por unanimidad el Consejo General del Instituto Nacional Electoral.

Al tomar en cuenta esas reflexiones, por un lado la falta de credibilidad, por otro lado casos de éxito en otros países, con institutos políticos congruentes y transparentes, además de algunos liderazgos severamente cuestionados, la conclusión es que la gente que hace política está obligada a presentar un liderazgo impecable, para después presentarnos precandidatos y candidatos capaces, congruentes y honorables (utópico, al estilo de Tomás Moro), pero es necesario señalarlo, exigirlo y evaluarlo.

¿Hacia dónde vamos?

Si nos quedamos callados, con el eterno consuelo de que "es que así se manejan las cosas en México", "es que así se arreglan las posiciones y candidaturas", seguiremos en una caída libre hacia un país con más problemas económicos, de educación, de salud, inseguridad y descomposición social. Hay que acabar con la distancia que hay entre la clase política pudiente y ostentosa y el pueblo en general, ese divorcio que azota con fuerza a nuestras instituciones y a nuestra sociedad.

Los partidos políticos deben volver a estar a la altura que México necesita; la sociedad participativa debe volver a tener altura de miras ante los escenarios complicados que estamos viviendo, y los candidatos que nos presenten en breve, aunque ya todo parece delineado, deben presentar las mejores propuestas y la manera en que las van a aterrizar a favor de los mexicanos, so pena de entrar en una etapa de terrible descomposición social, que nos podría rebasar a todos.

¿Acaso los petistas de Michoacán estarán orgullosos de su líder, de nombre Reginaldo Sandoval? Sólo es una pregunta.

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