Primera lección: todos los derechos para todas

Primera lección: todos los derechos para todas

Fabiola Alanís Sámano

Hablemos de derechos, uno a uno de los derechos establecidos en convenciones, tratados y acuerdos internacionales en materia de protección y difusión de los derechos humanos de las mujeres, sus hijas y sus hijos. Uno a uno de los derechos plasmados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos −una de cuyas principales virtudes fue haber incorporado desde la Constitución de 1917 el derecho al bienestar social, a la salud, a la educación laica, gratuita y universal–. Hablemos de las leyes diseñadas para garantizar el acceso a las mujeres a una vida libre de violencia, la Ley para la Igualdad entre Hombres y Mujeres y la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV); hablemos de los derechos no como una concesión gratuita, sino como el resultado de un esfuerzo milenario por alcanzar la igualdad sustantiva.

Y hablemos de los derechos de las mujeres como derechos sociales que impactan a hombres y mujeres. El énfasis en la protección de los derechos de las mujeres y las niñas tiene que ver con la realidad que se nos impone: la violencia contra ellas, las más variadas y terribles formas de violencia, como el abuso sexual de las menores; la violación; la violencia psicológica, que puede ser tan letal como la violencia física; la violencia en la comunidad, en el ámbito escolar, y la violencia extrema que conduce al asesinato.

Recordemos que en poco más de dos décadas han ocurrido más de 50 mil homicidios de mujeres por el hecho de serlo; en el sexenio que termina fueron privadas de la vida más de 13 mil mujeres, la mayoría de los casos quedaron en la impunidad a pesar de que existen las leyes más avanzadas en la materia, a pesar de que México ha suscrito prácticamente todos los compromisos internacionales que lo obligarían a cumplir y hacer cumplir el derecho a la protección y a la seguridad de las mujeres.

Hablemos de los derechos de las mujeres, porque a partir del conocimiento que como sociedad tengamos de los instrumentos legales disponibles, seremos más sensibles a la adversidad y reseñaremos menos historias de aquellas que no tuvieron la oportunidad de sobrevivir y de aquellas que no se han atrevido a romper el silencio.

La CEDAW
Han pasado 227 años desde que Olympe de Gouges redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, en 1791; esa Declaración sirvió de base para la construcción de un número importante de leyes, tratados, convenciones, acuerdos y reglamentos que protegen los derechos humanos de las mujeres en todo el planeta. Si por instrumentos legales no quedamos, la historia de la humanidad que conocemos está llena de episodios que retratan bien la necedad de las mujeres por hacer valer sus derechos, desde poder ingresar a las bibliotecas y asistir a la escuela hasta el derecho al sufragio universal. El avance en los mecanismos de protección a las mujeres no ha sido, ciertamente, una concesión ligera, y menos, producto de la generación espontánea.

La Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra las Mujeres (CEDAW) fue adoptada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el 18 de diciembre de 1979 y entró en vigor en México el 3 de diciembre de 1981. La CEDAW es uno de los referentes más importantes cuando se trata de la promoción de los derechos humanos de las mujeres y fue el primer organismo internacional en integrar el reconocimiento de los derechos sociales y reproductivos de las mujeres, además de la incorporación de problemáticas específicas como el reconocimiento de los riesgos que corren las mujeres frente a conflictos armados internos de cualquier origen y naturaleza.

La CEDAW es el instrumento internacional más difundido en materia de protección de derechos de las mujeres. Lo han suscrito más de 190 países y tiene la virtud de contar con un Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer dedicado al seguimiento y evaluación de las acciones que realizan los Estados parte para dar cumplimiento a los 30 artículos contenidos en la declaratoria.

México está ingresando a una nueva, compleja y desafiante etapa de su historia; habrá que atreverse a realizar cambios de raíz en las políticas orientadas a garantizar a las mujeres el acceso a una vida libre de violencia. No es necesario inventar el hilo negro, nuestro país ha suscrito prácticamente todos los instrumentos legales nacionales e internacionales en favor de las mujeres, el problema es el mismo de siempre: son poco menos que letra muerta.

En los años que vienen habrá seguramente mejores condiciones no sólo para atender las recomendaciones de la CEDAW, sino para prevenir que se violenten los derechos de las mujeres, porque "la discriminación contra la mujer viola los principios de igualdad de derechos y del respeto de la dignidad humana, que dificulta la participación de la mujer, en las mismas condiciones que el hombre, en la vida política, social, económica y cultural de su país". La Declaración establece que los Estados parte tienen la obligación de integrar en sus Constituciones los principios de igualdad, brindar protección jurídica para garantizar los derechos de las mujeres, eliminar cualquier acto de discriminación garantizando que las instituciones actúen en consecuencia, establecer acciones específicas para el adelanto de las mujeres y la igualdad entre hombres y mujeres, así como proteger la maternidad, prevenir y suprimir todas las formas de trata de mujeres y la explotación sexual de la mujer a través de la prostitución.

Un elemento central de la declaratoria es la obligación de los Estados parte a eliminar todo concepto estereotipado de los papeles masculino y femenino en los planes y programas de estudio. Así las cosas.

Entendamos que el feminismo es una elección de vida, no es sólo una teoría, no es sólo un concepto, no es una moda, no es algo privativo de las mujeres. El feminismo es acción, organización, compromiso. "Los cambios radicales dan miedo. De hecho, son aterradores. Y el feminismo que yo defiendo es una revolución total (…) Si sólo quieres una vida cómoda, si sólo quieres ganar dinero, ver los programas que te gustan y que te vaya lo mejor posible en la vida, entonces reconócelo: tú no eres feminista. Asume la verdad y no le des más vueltas. Pero espero que cambies de opinión. Porque te necesitamos"

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