¿Qué vale la vida de los pobres?

¿Qué vale la vida de los pobres?

Para la sociedad actual el hombre vale si produce bienes materiales o los consume. Se pierde el sentido de su valor absoluto.

Hay que tener muy claro cuál es el valor trascendente de la vida humana y en qué radica esencialmente para defenderlo absolutamente.

¿Cuánto vale la vida de un pobre contaminado de Covid-19? En teoría se supone que vale bastante. En la práctica, su valor es relativo, según conveniencia. En la atención a los infectados, querían dejarlos morir a los ancianos, dando preferencia a los jóvenes. Sus vidas aparecen menos importantes que los intereses políticos del gobierno y algunos partidos.

Sin el valor central de la persona no hay una dirección sabia y la vida social es un caos. Si no ponemos en el centro el bien común, andamos sin rumbo y dando bandazos.

Es un valor que pasa por encima del caudal político, con todas las ventajas económicas que trae consigo.

La gestión de la cosa pública se rige por el pragmatismo y los valores materiales: dinero, abundancia de bienes, vida placentera para satisfacer los instintos del cuerpo y las bajas pasiones.

Los valores trascendentes universales de la persona, una jerarquía de valores, en los hechos no cuentan para los líderes de la sociedad. No está vigente una jerarquía de valores que se establece con base a un código de ética la persona humana no tienen valor, la instrumentaliza la política y la economía.

En una visión lúcida de las cosas, la persona es el centro de la interacción social, el valor central que orienta y ordena los demás valores. Como el hombre vive en sociedad, otro gran valor es el bien común, el conjunto de condiciones que hace posible que el individuo realice su fin definitivo y alcance la plenitud, y la armonía y una vida digna.

La persona humana infectada de coronavirus merece ser atendida antes que otros entes y asuntos. Deben pasar a un segundo plano los intereses materiales y las ventajas de otro orden de la clase dominante.

La vida de los pobres, puesta en peligro por la pandemia exige de los servidores públicos que renuncien a sus sueños de poder y a sus ventajas mundanas que hábilmente esconden tras sus discursos populistas y engañosos.

En la cultura católica, cristiana tenemos riquezas inapreciables y un arquetipo divino.

Dios, garante del orden es también modelo de ciudadano y de servidor público. Se anonada, se hace criatura, uno como nosotros en la persona de Jesucristo, Dios hecho hombre. Se hizo el último de los hombres y su servidor, obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

El declina ser mandamás y permanece como servidor. Cuando quisieron hacerlo rey, se escondió.

El se despojó de todo para darse a los demás, no tenía ni  una sábana para su cadáver.

Se despojó de retóricas y discursos halagüeños y sirvió a los hombres con hechos. Los amó hasta lo infinito, murió en la cruz por ellos.

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