Sedena e Instituto Mexiquense de Pirotecnia aseveraron que todo estaba seguro en Tultepec

El 40% de las familias de Tultepec viven de la elaboración de cohetes para fiestas
El 40% de las familias de Tultepec viven de la elaboración de cohetes para fiestas

Por: Alberto Saavedra/ @TWsaavedra

Tultepec, Estado de México (MiMorelia.com).- El Estado de México es un lugar bastante extraño. Es en este territorio forjado a base de cemento y carretera nació la cumbia de Los Ángeles Azules, los justicieros que matan delincuentes en los autobuses y, aunque parezca sacado totalmente de la ficción, aquí nació el Instituto Mexiquense de la Pirotecnia.

Mientras que en otros países el uso de la pólvora es un delicado asunto militar, en México este elemento explosivo es un tema de la más profunda burocracia. Las arcas del gobierno de Eruviel Ávila y, en su momento, del presidente Enrique Peña, se incrementan con los permisos, reglamentaciones e inspecciones a esta industria.

El Estado de México capitaliza totalmente la producción, manufactura y venta de piroctecnia a prácticamente todo el país. Si en algún momento de tu vida disfrutaste de ver algunos cohetones iluminando la noche en una fiesta patronal, sin duda era pólvora mexiquense.

Lo extraordinario aquí es que la industria pirotécnica mexicana esté completamente aterrizada en una institución con presupuesto gubernamental, amparada totalmente por la Secretaría de la Defensa Nacional y aterrizada legalmente en la famosa Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos.

En este caso, la trágica explosión del Mercado de san Pablito, en el pueblo de Tultepec, el gobierno está enteramente involucrado. No se trata de artesanos ilegales y descuidados que desataron un accidente colosal. Tampoco se trata de un hecho aislado producto de una mala suerte o un error ligero, se trata, más bien, de la confidencia y permisividad de un gobierno que reunió en un mercado a cientos de personas, tanto compradores como vendedores, y les permitió pasearse, bajo la promesa de seguridad, entre toneladas de explosivos. La tragedia, entonces, deriva de un permiso otorgado desde muy arriba.

El 40% de las familias de Tultepec viven de la elaboración de cohetes para fiestas. Amparados por la propia Sedena, los artesanos decidieron vivir de esto bajo una promesa de total control y seguridad. Las inspecciones de esta secretaría eran constantes, siempre dando el visto bueno para seguir vendiendo en la total legalidad, a pesar de que anualmente mueren en promedio cinco personas realizando cohetes mexiquenses. Esto se deduce en comentarios de las autoridades que presumían a San Pablito como el mercado pirotécnico "más seguro de América Latina", palabras salidas de la boca de Juan Ignacio Rodarte, director del ahora famoso y duramente cuestionado Instituto Mexiquense de la Pirotecnia.

Y es que los gobiernos, tanto local como estatal, se ven claramente beneficiados de la venta y promoción de esta industria. Al propio mercado se le promueve como altamente tradicional y se llegó a mencionar que las ventas anuales de pirotecnia rebasarían las 100 toneladas, con ventas masivas durante diciembre. En este caso, diciembre no solo fue el mes de más expectativa, sino el más trágico.

https://youtu.be/G8oxgOfFfTY

Precauciones

Con medidas tan sencillas como la ubicación de "puestos perfectamente diseñados y con los espacios suficientes para que no se dé una conflagración en cadena en caso de un chispazo" llega la cuestión de si esto era realmente suficiente para evitar una catástrofe.

Germán Galicia Cortes, presidente del Mercado de Artesanías Pirotécnicas de San Pablito, incluso alentó al público a visitar el mercado, asegurando que existían todas las medidas de seguridad adecuadas. Entre extintores, agua suficiente y arena, a la gente se le creó la falsa promesa de que estaban a salvo. Muchos de los visitantes ese día, no volvieron a casa o se encuentran gravemente quemados en hospitales cercanos.

La Sedena ordenó, además, que no se utilizaran techos de lámina ni paredes de madera en ninguno de los puestos. A esto, se obligó a usar solamente ladrillo ligero, al ser menos flamable; además de separar por once metros a cada uno de los puestos, con la idea de que esto sería suficiente para contener una tragedia que suma, hasta el momento, 31 muertos y cerca de un centenar de heridos.

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