Trump, su discurso inaugural y México

Trump, su discurso inaugural y México

Hoy 20 de enero de 2017, tomó posesión del cargo como el 45 presidente de los Estados Unidos de América Donald J. Trump.

Lo primero que salta a la vista es que el discurso de Trump se comenzó a elaborar antes de que Trump naciera, con su vida, y ahora en la victoria apenas se comenzó a redactar. ¿Por qué? Porque quien haya escuchado el discurso o lo haya leído se encontrará referencias constantes a ideas, conceptos, valores y sentimientos que vienen de siglos antes (XVIII y XIX especialmente).

En el discurso resuena hueca esa vieja idea especialmente nefasta para los mexicanos de "América para los americanos"  (doctrina Monroe) o bien el famoso "Dios bendiga a América" (derivado del "Dios salve a América" de la guerra con los británicos) la apelación al "orgullo nacional" y a "la patria" entre tantas otras ideas emotivas.

Trump es Trump, y el lenguaje de su cuerpo, de su rostro, la distancia que tomaba o no con las personas, su interlocución con el mundo a través de las cámaras, los guiños, reflejan más al comerciante o amante suasorio que busca empatía con los otros que al de un político "tradicional"; él quería conectar con la gente, con "su gente".

Pero él sabía que su discurso era y es un discurso dirigido tanto a su gente como a la gente del mundo, pues en su toma de posesión, la idea de un auditorio universal, fue una realidad, como probablemente lo sea en varios de los casos en que hable y también habló para el mundo.

El discurso inaugural de Trump se nutrió de ideas generales, emotivas y retóricas, sin que haya precisado tiempos, ni métodos, ni objetivos concretos.

En palabras, Trump habló poco en primera persona del singular (yo), algo poco usual en él; pero lo hizo mucho en primera persona del plural (nosotros) y para la crítica fue un "ellos", por exclusión o sustantivos genéricos; constantemente usó las palabras nación, patria, gente, corazón, país (el suyo), "otra vez" (esta expresión para enfatizar que nunca más habría tal o cual cosa o para enfatizar un redireccionamiento) para encajar con su gente; y omitió referencias a empresas o países específicos.

El discurso de Trump se construyó sobre la base de presentarse como ciudadano que llega al poder para servir a la gente (trabajadores, clase media y empresarios afectados por los políticos tradicionales y el capital extranjero) y que desde ese punto de vista su ascenso a la Presidencia era la ocupación del poder público por un ciudadano, lo cual ha de recordar a nosotros los mexicanos al malogrado presidente Fox y su administración.

En el terreno movedizo de un "pathos", Trump criticó a la clase política (en parte a la empresarial, implícitamente) que se enriqueció en demérito de la gente (trabajadores y clase media, en especial) y fortaleció a otras economías nacionales (como la mexicana, vía las inversiones, creando infraestructura en suelo extranjero y generando empleos para otros países).

Diagnosticó con enfermedad a la educación, la seguridad pública, el trabajo, el ingreso, el débil poder militar, la seguridad fronteriza, las vías de comunicación, la exploración del espacio exterior, los servicios de salud, la inmigración y la economía en su país, lo cual, permite atisbar que en su lógica ello ha llevado a una debilidad crónica de los Estados Unidos de América y a su amainado liderazgo en el mundo.

De manera que todos esos rubros deben de mejorar, por lo cual el mundo debía entender que para Estados Unidos de América, los Estados Unidos de América son primero, por lo cual se debe privilegiar, según Trump, su interés nacional, sin demérito de llevar relaciones respetuosas con el mundo, fortaleciendo las alianzas existentes y creando nuevas, con la salvedad de (y aquí si fue específico) acabar con el terrorismo islámico (punto de coincidencia con Putin).

La vía para lograr sus grandes metas, se cimentó en la solidaridad, el amor a la patria, el trabajo, los valores patrios, el orgullo nacional, la biblia y dios.

El discurso de Trump, visto de esa manera, fue esencialmente nacionalista, emotivo y quizá rudimentario.

¿Qué significa para el mundo, para México? pues un viraje (no sé qué tan profundo) de la formación económico, política y social de los Estados Unidos de América, en la cual es visible una mayor intervención del estado en la vida económica y política de su país; el empleo más incisivo de las políticas hacendarias e impositivas para el logro de metas; la creación de una industria más "americana"; un retorno hacia adelante en un nacionalismo que se comprende por él de una forma muy particular; disminución de privilegios "políticos"; menor inversión de capitales extranjeros en los Estados Unidos de América o a costos económicos mayores; servicios públicos preferentes para los ciudadanos americanos; una política más populista; respaldo e incidencia mayor de intereses americanos en órbitas nacionales, bilaterales, multilaterales e internacionales; pero paradójicamente, la toma de medidas que afectarán al resto de los países del mundo, entre ellos México, que será uno de los mayores "dañados".

Es previsible como una opinión no madurada aún que, en ese contexto y en reacción a las medidas Trump, las formaciones económicas y sociales del resto de los países del mundo, habrán de tender a tomar medidas similares a las de Trump, así que, por ejemplo, veremos economías con una mayor intervención de los gobiernos, menos mercado libre, sin que esto implique una debacle del mercado libre, pues el fenómeno de la globalización está muy enraizado; pero algo amainará la economía libre y se incrementará una idea modificada del estado del bienestar.

México no sucumbirá, somos más grandes que Trump, pero las referencias implícitas y críticas a la migración, el fortalecimiento de otras economías a costa de la economía del vecino país del Norte, la inseguridad en las fronteras y en los barrios de Estados Unidos de América, hacen suponer que México será el perfecto jugador dominado de una partida en la cual Estados Unidos de América nos pueden amenazar y castigar para ejemplo de los otros "jugadores" (países) del mundo, y Trump sabe que si no cumple con sus amenazas proferidas a México en campaña, perderá poder al interior y exterior de su país. La cuestión no es fácil.

México, los mexicanos, debemos entender que Trump no nos acabará, y que si hoy en los Estados Unidos de América su pueblo no está unido (véanse las marchas y manifestaciones anti-Trump) nosotros debemos unirnos con o sin los "políticos" de partido o independientes que quizá son más dependientes de los partidos, y en respuesta a Trump, sentirnos orgullosos de ser mexicanos, ser más solidarios, ser más patriotas (pero no de closet) ser más trabajadores y responsables, y buscar por todas las formas legítimas posibles mejorar a nuestro país, a nuestras familias, a nosotros.

Si Trump dijo que los Estados Unidos de América son para los Estados Unidos de América, yo digo que México es para los mexicanos y como una cosa sublime: México, creo en tí.

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