Trump, una obsesión inflada

Trump, una obsesión inflada

Ante la publicidad y la consternación de los políticos y empresarios por la terrible amenaza que representa Trump, podemos reaccionar serenamente.

Nos presentan los tiempos de Donald Trump investido del apocalipsis final como el diluvio o el apocalipsis final.

Algunos políticos le dan importancia exagerada y buscan hacerse grandes acercándose al jefe dictatorial e inhumano.

Es una visión inflada que fomenta una comunicación social amarillista sin un sentido crítico sólido, en su lógica de vender noticias para hacer negocio.

El fenómeno pega a aquéllos que piensan que la vida es hacer dinero y tener controlados a los pueblos.

Trump se ha convertido en el tema de moda en el mundillo de la política.

Hay grupos de personas que sí se verán afectadas en sus intereses vitales. Son los indocumentados, sus familias que viven entre nosotros. Son ellos los que mandan, creo yo, la mayor cantidad de remesas amenazadas por el soberbio presidente electo.

Hay preocupación en los ranchos por la llegada de los indocumentados y desempleados, por el bandidaje y todos los conflictos sociales que van a aumentar en el reducido espacio de muchos pueblos.

El gobierno no tiene los recursos para enfrentar el problema. Tampoco tiene la voluntad porque están divorciados del pueblo, no les interesa sus grandes problemas. Lo suyo es la carrera al poder y el negocio que significan los sueldazos y la rapiña de los puestos públicos.

El pueblo, por su parte, está inhabilitado porque hace décadas no lo han educado para la vida democrática y responsable, para ser suficientes, como decía Vasco de Quiroga. No lo han vertebrado con organizaciones intermedias, como las ONGs. No somos una sociedad organizada.

¿Quién se preocupa y atiende los grandes problemas sociales que enfrentamos? El pueblo mexicano es grande y tiene la capacidad, pero ¿por dónde empezar? Necesitamos líderes que animen y conduzcan la Nación. Es el problema eterno de México, la falta líderes buenos.

La red planetaria de comunicaciones ha convertido el mundo en una aldea global. Todos los hombres, de todas las razas y pueblos compartimos la misma aventura, es la interdependencia, la conectividad. Necesitamos de los demás en más de un aspecto.

Sin embargo, la vida se realiza en círculos concéntricos cada vez más cerrados: sociedad, familia, individuo.

La familia es autónoma y debe tomar su distancia en los fenómenos sociales, acciones y tendencias, debe actuar con criterio.
En el círculo central está el individuo, átomo y microcosmos al mismo tiempo. No es un número más, una unidad de producción y consumo, como un engrane o una piedra que arrastra la creciente. Es autónomo, concibe y dirige su vida. Unido a otros individuos es constructor de la historia y decide su orientación, hacia el orden y el progreso.

Necesitamos otro modelo de hombre y otro modelo de sociedad, que se traduzca en otro estilo de vida.

Necesitamos sacudirnos el modelo actual, de consumismo, derroche, hedonismo irresponsable, enriquecimiento irracional.

Son sabias y básicas las virtudes de desprendimiento y austeridad.

Necesitamos producir lo que consumimos y utilizamos, intercambiar y complementarnos con los demás.

El que tiene los medios produce lo que se come y algo más. El que transforma, lo hace para sí y para los demás: piensa en ropa, calzado….

Así evitamos comprar a precio de dólar, con arrastres transnacionales y transoceánicos. El ochenta por ciento de las tortillas que consumimos son de maíz de Estados Unidos, pagado a precio de dólar.

Continúa alguna dependencia de los productos de grandes empresas y de otros países, pero se reduce en un altísimo procentaje.

La vida sería más sana al consumir productos orgánicos y no cantidades industriales de comida chatarra con edulcorantes y grasas nocivos para la salud.

Podemos empezar por nosotros mismos y por nuestras familias y personas del entorno. Seremos chips o motores de cambio.

Aquí está el reto ineludible y decisivo: la conversión de uno mismo, renovación moral como la exige el más grande Maestro de la historia, el único Mesías.

Es perfectamente posible, pero se vuelve a veces tan lejano, inalcanzable por la falta de voluntad y perseverancia.

Cuando no se transmiten los valores ancestrales hondamente humanos, cuando no se entrena para las grandes luchas y no se cultivan los más puros ideales de servicio a los demás, cuando no se atrae hacia las más grandes metas, cuando nos quedamos en el conformismo, egoísmo, imperio de las pasiones tiránicas y esclavizantes, la distancia es infinita.

Aquí un poder precioso tiene la fe de Cristo, para quienes tienen ese tesoro. Desinfla los ídolos de dinero, placer, diversión, excesos de pecado. Nos enseña: en el mercado global, cuántas cosas hay que no necesitamos. Desinfla los paraísos de la tierra, caros, engañosos, perecederos.

Nos enseña virtudes sublimes como el desprendimiento de lo material y el servicio gratuito a los pobres.

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