Un día en la Liga Municipal de Morelia: Dios es redondo, los jugadores también

El Jalisco es uno de los equipos más populares de la Liga Municipal de Futbol de Morelia. Es, junto con el Reforma y el Cobaem, uno de los que cada año pelea el torneo en varias series
(Foto: Eduardo Pérez Arroyo)
El Jalisco es uno de los equipos más populares de la Liga Municipal de Futbol de Morelia. Es, junto con el Reforma y el Cobaem, uno de los que cada año pelea el torneo en varias series (Foto: Eduardo Pérez Arroyo)

Por: Eduardo Pérez Arroyo

Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- El balón marca una parábola perfecta y cae sobre el área grande. Varios jugadores se enredan en su búsqueda. De pronto, en pleno vértice el área, la zona caliente, un delantero se deja caer.

La porra salta furibunda.

—¡Árbitro! ¡Lo pisó! ¡Lo pisó! ¿Qué no lo viste, pinche árbitro? Le dejó el pie encima. ¡Casi le rompe los huesos!

El árbitro ni los ve ni los oye.

—¡Árbitro, desde acá lo estoy viendo! ¡Le plantó un codazo en el ojo! ¡Por qué no cobras, hijo de puta!

El árbitro, curtido en estas lides, deja pasar.

—Siga, siga —le dice al jugador caído—. Párese.

Son palabras mágicas. El delantero que hace pocos segundos se retorcía de dolor mortal ahora se levanta con agilidad y sigue corriendo. Desde afuera, el Migue regaña al árbitro por no amonestar al delantero. La porra rival, por su parte, lo regaña a él por pedir que regañen al delantero. El Gato, por su parte, le reclama a la porra y después se bebe un vaso de tequila.

—Señores, por favor, colaboren —suspira el árbitro.

Las 4 de la tarde en Morelia. Es día de Liga Municipal. El Jalisco enfrenta al Real Azteca, un equipo bravo de la medianía de la tabla. Hay que ganar. Hay niños. Mas allá, detrás de la reja que marca los límites del complejo, hay cervezas y botellas de tequila. Los de las series mayores ya ganaron su juego y hace rato que están instalados ahí. El Gato, cada tanto, se acerca a la reja y regresa con un tequila con Squirt.

Miguel (140 kilos), el Migue, es el entrenador. El Gato (media botella de tequila por partido) es el segundo. Los dos, desde el inicio de la temporada, han mantenido al Jalisco en el primer lugar. Y ahora platican: hay que rearmar la defensa. El Jalisco ya gana 1 a 0, pero el Azteca ya ha llegado dos veces y les preocupa.

(Foto: Eduardo Pérez Arroyo)
(Foto: Eduardo Pérez Arroyo)

—Podemos pasar a Javier a la línea central.

La defensa se ve débil. Armando no está: pidió el cambio a los 20 minutos. Una lesión. Y cuando Armando, que es delgado y fibroso, no está, nadie organiza en la zaga. Sucede que Armando es el central, el que da las indicaciones, el que pone la pausa y los huevos.

Pero ahora no está.

—Bien, Ulises. Tóquela al compañero. Bien, Ulises. Tóquela al compañero. Tóquela al compañero. Ulises, tóquela al compañero. ¡TÓQUELA AL COMPAÑERO, CHINGADA MADRE!

Tampoco está el Rayo, que cuando no está Armando es el que organiza la defensa. Sucede que Caló, el portero titular, tuvo una lesión en un brazo que lo dejó fuera por algunos partidos. Y al Rayo le toca porterear. Y ahora, sin Armando y sin el Rayo, en la línea defensiva están Jacobo, Javier, Ulises y el Manecas.

Entre los cuatro deben sumar casi 400 kilos.

El Azteca lanza un centro. Jacobo (100 kilos) salta descoordinadamente sin mirar el balón, que no conecta. En cambio, deja caer su humanidad completa sobre el rival.

El árbitro cobra.

—Inteligencia, Jacobo, inteligencia —grita el Migue. El Gato, cigarro en mano, aconseja al resto de la línea defensiva. Después se prepara un tequila con Squirt.

Jacobo es de esos jugadores de los que nadie sabe muy bien por qué esta ahí.

—Désela al Xolo. Désela al Xolo. Jacobo, levante la cabeza y désela al Xolo.

Jacobo levanta la cabeza y se la da al Xolo.

El Xolo (90 kilos) es el líder del mediocampo. Hace bien las pausas y tiene buena pegada, pero cuando se trata de defender es algo lento y casi siempre llega tarde. También demora en exceso en los piques al vacío, y generalmente cuando el balón se despega de sus pies los delanteros ya están en fuera de juego.

—Tranquilo, Xolo. Tranquilo.

El Xolo no ve a nadie adelante y voltea a la retaguardia. A su lado está Jacobo. Raúl y el Manecas están más atrás. El Xolo se la pasa a Jacobo. Jacobo se complica y patea el balón para despejarlo. El balón se pierde por la lateral. El Migue reclama y se sienta. El Gato saborea su vaso.

EL COMPROMISO

El Jalisco es uno de los equipos más populares de la Liga Municipal de Futbol de Morelia.

Es, junto con el Reforma y el Cobaem, uno de los que cada año pelea el torneo en varias series. El Jalisco es conocido, tiene equipos en casi todas las series y cuando juega muchos morelianos paralizan sus actividades para verlos. La mayor parte de la porra se compone de familiares de los propios futbolistas. Los juegos son cada sábado.

—Tóquela bien, compadre. No haga pendejadas —dice el Migue.

El Jalisco es un equipo acostumbrado a celebrar en Ixtapa. Sus financistas pagan los uniformes y los gastos de la liga, gestionan aparte administrativa y consiguen entrenadores. También ponen las cajas de cerveza y tequila para el final del juego.

—Eso es tarjeta roja, árbitro. Eso es tarjeta roja, árbitro- dice el Migue. Adentro, un jugador se cobró revancha contra Jacobo.

—Señor, por favor silencio —dice el árbitro—. O me veré obligado a suspender el juego.

—Está bien, me callo —dice el Migue—. Sólo le hago notar que eso es tarjeta roja, árbitro.

Porque el Jalisco puede ganar, perder o empatar, pero si hay algo que nunca falla es el tercer tiempo.

—Jacobo, déjalo. No lo busques. El árbitro ya cobró.

Como en todo grupo humano los que aquí llegaron tienen orígenes distintos, formando un mosaico variopinto en el que caben desde diputados hasta recolectores de basura. En esta categoría –Segunda de Veteranos, Grupo 2– todos, sin distinción y casi sin incumplimiento, llegan cada fin de semana a ponerse a las ordenes del Migue. Como diría cualquier líder sindical: hay compromiso.

—Tampoco lo dejes avanzar tanto—grita el Migue a Jacobo, que se tomó demasiado en serio eso de no atosigar al rival para evitar la amonestación—. Que tampoco se te escape.

Hay periodistas extranjeros, médicos, elementos de la SSP y maestros. Muchos maestros. El entrenador, Migue, es maestro. El Rayo, el que ahora no está en la defensa y porterea, es maestro. Los jugadores, en su mayor parte, son maestros.

—No lo dejes Jacobo —grita el Gato, un segundo antes de ir por un vaso de tequila para aclarar la garganta.

Los mayores financistas también son maestros. Eso es bueno para el equipo. Hay recursos.

—Cada vez que salimos campeones nos llevan a Ixtapa —comenta Jorge, el arquero de la serie superior—. Sin mujeres. Sólo nosotros. Si ganamos este año nos tocará viaje.

—¿Qué pasa si no somos campeones?

—Pues habrá que celebrar en Morelia con las esposas —agrega, un poco abrumado.

EL CHOTA

El partido está 3 a 1. Jorge hizo los tres. Para cuidarlo, el Migue saca al Xolo e ingresa al Chileno. La idea es que Jorge no se lleve sólo presión de luchar contra la defensa del Azteca.

—Chileno, tócala en corto y corre. Javo, haz correr al Chileno.

El partido se traba. El equipo que está abajo por momentos pierde los estribos y golpea más de lo necesario. El Jalisco responde porque el equipo, aparte del buen toque no se complica si hay que entrar fuerte. Raúl, un medio de buen toque, sabe también cuando hay que poner la pierna más allá de lo recomendable.

—No caigan en su juego —dice el Gato, con un vaso en la mano—. No caigan en su juego.

Raúl le da un pisotón a un rival. La porra salta furibunda.

—¡Árbitro! ¡Lo pisó! ¡Lo pisó! ¡Por qué no ves nada, hijo de puta!

El Migue acusa los insultos de la porra al árbitro. La porra lo encara. El Gato, con varios tequilas en el cuerpo, se encara con la porra.

El resultado ya casi es definitivo y el Migue piensa en cuidar a sus jugadores. Saca a Raúl y pone a Yunuén. Después saca al Javo y pone al Érik. Al final deja a Jorge; le queda un sólo cambio.

—Chota, calienta —dice el Migue.

El Chota se levanta y lo mira como un niño confundido. No puede creer lo que acaba de oír.

—Sí, Chota. Calienta —repite el Migue.

El Chota pone la cara de un niño cuando le regalan un Xbox último modelo. Empieza a correr. Izquierda, derecha. Brazos arriba. Otra vez, otra vez. Elongaciones, estiramientos.

A los dos minutos el Chota ya está listo para entrar. Sale Jorge, que hizo los tres goles, entre los aplausos de sus compañeros.

—Cuando se va ganando hay que cuidar al Javo, al Jorge y al Chileno —dice el Migue.

—Son los que hacen los goles —agrega el Gato, mientras saborea un tequila con Squirt para demostrar su acuerdo.

El Chota (150 kilos) saluda a la porra, toca el pasto antes de persignarse e ingresa triunfalmente a la cancha. El partido siguiente, el definitivo, será en una semana. El Chota lo sabe: el próximo fin de semana llegará el fracaso definitivo o las mieles de la gloria. O una buena borrachera en Ixtapa, que para el caso es lo mismo.

RMR

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