Una extraña enfermedad del poder

Una extraña enfermedad del poder

Enrique Peña informa a la Nación, legisladores y otras autoridades hacen lo mismo. Hay que estar atento porque lo que informan es de importancia vital.

Como formador de opinión es mi intención aportar un granito de arena para levantar una muralla que proteja la verdad, compongo estas líneas para hacer la defensa de la verdad y animar a muchas a formar el ejército de la verdad. La verdad hará a México libre.
Hay una enfermedad extraña en los servidores públicos, no es arterioesclerosis múltiple ni SIDA. La enfermedad consiste en una visión deformada de la realidad, sus ojos perciben sólo los logros y no perciben las limitaciones y fracasos. Uno se pregunta de qué especie son o en qué mundo viven, pues están fuera de la realidad de limitaciones.
Correlativamente, los gobernados sufren una epidemia: infantilismo e irresponsabilidad ante los grandes problemas que vive el país. No asumen su tarea ante la corrupción, impunidad y mentira, no "agarran la onda", no piensan ni analizan las informaciones para formarse un sano juicio.

En los informes sólo aparecen éxitos espectaculares, los más grandes de la historia, afirman ellos. Los programas son perfectos, realizados plenamente.
Ahí los problemas no existen ni en los gobernantes ni en el pueblo. No hay errores ni culpas, no hay gobernantes incumplidos ni criminales que desvían feroz e insaciablemente el dinero del pueblo.
El mismo tono de voz y el estilo es sobrado, inflado de personan que se sienten por encima del común de los ciudadanos humildes e ignorantes, como juzgan muchos a las minorías.
Es muy cuestionable la visión del hombre y la cosmovisión, la filosofía que los guía. El ser humano y sus obras son esencialmente imperfectas y están llenas de limitaciones. El fracaso, el error, la maldad son inherentes a la condición humana.
Les falta una cualidad que es indispensable en los políticos, no son humildes. El orgullo les impide ver la realidad como es, aceptar sus errores y culpas y ubicarse ante una realidad compleja y pobre para hacerle frente y avanzar.
Se deslumbran por algunos logros y los tienen como una panacea. Pongo un ejemplo: las inversiones en millones de dólares, son dinero de empresas que vienen a aprovecharse de nuestros recursos, contaminar, exportar los productos y dejarnos empobrecidos y con las migajas.
Finalmente es una visión miope, más aún es ceguera. Un ciego no puede avanzar sin caer en el bache.
Usan un lenguaje sofista, engañoso: afirman que dos millones de mexicanos han dejado la pobreza. La expresión es chocante: ¿de qué pobreza se trata? ¿Es porque reciben una despensa? ¿Es eso salir de la pobreza?
Presenta la realidad como de primer mundo, es decir la realidad que la elite vive: en comodidades y salarios, ellos sí llevan vida lujosa de primer mundo.

Es muy triste constatar que maquillan los datos que informan para aumentar el caudal político en momentos especiales: la inflación, la realidad de los empleos que se crean.
Es muy cara la factura, el INEGI perdió su credibilidad, su prestigio moral. Tal parece que eso ellos no lo ven. Lo sacrifican por sus intereses facciosos.

Aunque el mal es enorme, como una roca que amenaza a una hormiga, no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Es necesario actuar.
Los males tienen una solución que no se calcula con matemáticas. Son medidas del orden humano, moral. Hay que curar los males en nosotros mismos y eso sí lo podemos lograr. Podemos empezar ya.
Necesitamos recuperar nuestra dignidad. Hay que despertar a nuestra calidad de adultos, responsables, libres, con una gran poder de transformación. Los gobernantes actúan así porque ven enfrente un pueblo agachado, de lelos, desactivados, que pueden manejar como una masa fácil, indefensa.
La recuperación de tu dignidad depende de ti y puede empezar en este momento mismo.
A veces esas decisiones libres son lo más difíciles, pero si Dios te toca puede realizarse el milagro instantáneamente.

La visión falsa y enfermiza de la realidad que presentan se enmarca en un fenómeno más amplio de México: el divorcio entre la clase dirigente y las elites, las mayorías de mexicanos.
México se ha convertido en un país de castas, hay dos: la casta del poder y del dinero que se empeñan en volar muy por encima del común y la casta de millones pobres y humildes, la inmensa mayoría del pueblo.

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